¡Hemos conseguido prohibir las bombas nucleares!

26.10.2020

Marian Pallister, vicepresidenta de Justicia y Paz y presidenta de Pax Christi de Escocia, reflexiona sobre la ratificación del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN).

Al terminar el 24 de octubre, se supo que el TPAN de 2017 había sido ratificado por la nación número 50. Aquellas personas involucradas en organizaciones como Justicia y Paz de Escocia y Pax Christi de Escocia estábamos preparadas para difundir la noticia sobre este importante paso de la Campaña para crear un mundo libre de armas nucleares, ya que con la 50ª ratificación las armas nucleares se volvieron ilegales.

Según las Naciones Unidas, las prohibiciones derivadas de este hecho implican que las naciones no pueden "desarrollar, probar, producir, adquirir, poseer, almacenar, utilizar o amenazar con utilizar armas nucleares".

Hay más, pero nos centramos en la sección del Tratado que obliga a los Estados "a proporcionar la asistencia adecuada a los individuos afectados por el uso o el ensayo de armas nucleares, así como a tomar las medidas necesarias y apropiadas para la recuperación del medio ambiente en las áreas contaminadas bajo su jurisdicción o control, como resultado de actividades relacionadas con el ensayo o el uso de armas nucleares".

Somos conscientes de la devastación que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki causaron hace 75 años (vidas perdidas, enfermedades causadas por la radicación). Sin embargo, somos menos conscientes de los ensayos nucleares que tuvieron lugar en el Pacífico Sur años después de la Segunda Guerra Mundial, que destruyeron vidas y el medio ambiente.

Este es el motivo por el que tantos países del Pacífico Sur han ratificado el TPAN.

Gerry Mac Pherson fue un hombre fascinante que hizo campaña, desde su experiencia en la Isla de Navidad a la que fue enviado durante su servicio nacional,  para compensar a las personas afectadas por la radiación durante los ensayos nucleares.

Esos ensayos tuvieron lugar a finales de los años 50 en Kiritimati, también conocida como Isla de Navidad. Gerry estuvo allí poco después. Algunos de los chicos disfrutaron de una fiesta en la playa con gente local. Habían ido a pescar para la ocasión. Bromeando, pusieron un contador Geiger (instrumento que permite medir la radiactividad de un objeto o lugar) sobre alguien que había tomado parte de la comida que habían pescado. La cifra de radiación era alarmantemente alta. Así se dieron cuenta de que todo el entorno se veía afectado por la radiación.

Gerry llegó a casa con una glándula pituitaria muy dañada (que controla otras glándulas hormonales, incluyendo la tiroides y las suprarrenales, los ovarios y los testículos). No pudo demostrar que el daño fuera causado por la radiación que perduraba (y aún perdura) en la isla, pero conocía a muchos otros que desarrollaron una serie de cánceres y otras enfermedades después llevar a cabo sus misiones en el Pacífico Sur. Se unió a un grupo que buscaba el apoyo de un gobierno que negaba el conocimiento de los posibles efectos posteriores de la exposición a la radiación.

Mary, la viuda de Gerry, afirma que siempre se consideraron afortunados porque, a diferencia de muchos cuya fertilidad se vio afectada, tenían una familia. Mary dice que Gerry prometió dar cualquier tipo de indemnización que recibiera a los isleños del Pacífico Sur que habían sufrido tanto, pues su salud y sus economías habían sido destrozadas por esos ensayos nucleares.

Por supuesto, no hubo ningún tipo de indemnización. Pero ahora, este Tratado pide "asistencia adecuada" y "reparación ambiental".


Por Gerry, por los pueblos del Pacífico Sur, debemos convencer a los nueve Estados nucleares de que se sumen, y a todas aquellas compañías que ganan miles de millones con la fabricación de armas de destrucción masiva, a que conviertan sus espadas nucleares en arados.

Artículo del blog de JP Escocia