Desarrollo humano integral

10.02.2022

Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. El dato sigue siendo estremecedor y escandaloso, aunque se aprecian esfuerzos y trabajos en la lucha contra el hambre en el mundo. Se calcula que a fines de 2019, América del Norte y Europa representaban el 55 % de la riqueza global, con solo el 17 % de la población adulta mundial, riqueza tres veces superior a la de América Latina, cuatro veces a la de India y casi diez veces a la de África.

Esta desigualdad en el crecimiento y el desarrollo de los pueblos y las personas genera más pobreza, violencia y falta de oportunidades para acceder a los derechos humanos fundamentales que faciliten una vida digna para todas las gentes.

En la Iglesia hace ya tiempo que venimos hablando de impulsar un "desarrollo humano integral". Lo hizo el papa Pablo VI en su encíclica Populorum progresio y el Concilio Vaticano II, especialmente en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes: "Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad" (n. 69).

El desarrollo humano integral es algo más que un tema simplemente económico o de acción social o de cooperación, más incluso que la denominación del nuevo Dicasterio vaticano para la justicia y la paz. El papa Juan Pablo II en la Sollicitudo rei socialis ya decía bien a las claras que tiene una dimensión ética y cultural (n. 8). En este sentido se puede decir que "el desarrollo es una de las áreas de convivencia, sobre la cual tiene la Iglesia una palabra que decir ya que está en juego el concepto real pleno del hombre". Está claro que, "si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres" (Centesimus annus de Juan Pablo ll, en Fratelli Tutti 273 de Francisco).

Se trataría, por tanto, de apostar por una humanidad renacida desde el fondo de lo que somos; somos Imago Dei, imagen del Dios creador y salvador, en Cristo Jesús, por el Espíritu Santo. El ser  humano creado a su imagen y semejanza está por encima de la materia (contra el materialismo ateo) y su relación única con Dios lo dota de una dignidad inviolable y le da un puesto especial en la creación (contra el liberalismo excluyente).

Se trata pues de entender que, el desarrollo humano es para toda la persona y para toda la humanidad. Es algo global, total. El ser humano se hace en el trabajo cotidiano, por medio del cual coopera con el Creador. Es un creador, digamos. En este sentido, no cabe ningún dualismo: la economía y la humanidad no se oponen. Las dimensiones del ser humano además, son múltiples: la social, la cultural y la espiritual. El ser humano no es solo materia, ni exclusivamente objeto de la economía. No es reducible a objeto como ocurre en los totalitarismos. Es un ser libre. Para la libertad nos liberó Cristo, que dice San Pablo.

El ser humano es un ser dotado de derechos, en sus múltiples dimensiones, a nivel personal, social, económico y político que debemos saber valorar, impulsar y construir, entre todos, si de verdad nos importa el desarrollo humano en su integralidad. Esta es nuestra propuesta.

Además, tiene que ser un desarrollo solidario en todo y de todos los pueblos, porque la relación, la fraternidad, la sociabilidad son constitutivos de nuestra identidad. Se trata, dice Benedicto XVI, "de un desarrollo que coincide con la inclusión relacional de todas las personas y de todos los pueblos en la única comunidad de la familia humana..." (Caritas in veritate, 54).

Por eso es importante que sea el desarrollo de todas las personas y de cada una en todo. Somos miembros de una sociedad, pertenecemos a la humanidad entera. Y solo puede ser más, dentro de esa sociedad. Ayudados por la familia, la comunidad, alcanzamos la plenitud. Por medio del trabajo, además, descubrimos que esta sociedad a la que pertenecemos de modo natural, es una fraternidad (Fratelli tutti). En este sentido, tiene su importancia también la relación con la creación. La propuesta del papa Francisco en la Laudato si' supone un avance en el concepto de la relacionalidad como algo definitivo del ser humano que tenemos que saber acoger.

Luchar contra la pobreza y defender a las personas más pobres nos exige hacerlas parte nuestra y, participar con todas ellas en lo que es nuestro, de toda la humanidad, nuestra igual dignidad, libertad y responsabilidad. Manos Unidas como entidad eclesial para la cooperación que es, nos vuelve a subrayar lo que somos, desde donde somos, sin quedar en campañas económicas, sino asumir las que hacemos en un marco de solidaridad responsable, para que en todo y con todas  las personas tengamos lo mejor para todas, un desarrollo humano pleno. No podemos caer en el materialismo o el liberalismo sin freno de nuestros entornos. Tenemos que superar estas ideologías para construir una cultura de la solidaridad desde nuestra fe trinitaria, un Dios amor de comunión y comunicación, siguiendo a Cristo en su libertad, para defender a las personas, especialmente las más vulnerables, ante todo y ante todas las gentes.

"Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y en la cárcel y me visitaste, me acogiste" (Mateo 25, 31-45). Estas palabras del evangelio nunca deben faltar en nuestra memoria ni en nuestros labios, a la hora de desarrollar nuestra labor. La recompensa será grande, dice. "Venid a mí, benditos, recibid el Reino prometido, la vida eterna".

Xabier Andonegui Mendizabal, vicario de Pastoral Social, Misiones y Cooperación de la diócesis de San Sebastián