Día Internacional de la Democracia
El día 15 de septiembre es la fecha instituida por la ONU, desde el año 2007, para celebrar el Día Internacional de la Democracia.
Para situar con visión de actualidad esta conmemoración, debemos partir del concepto más elemental de democracia representativa, que se suele definir como un sistema de gobierno donde el poder reside en el pueblo, pero es ejercido por representantes electos a través de elecciones libres y periódicas; y que se asienta en estos pilares fundamentales que configuran el llamado "estado de derecho": separación e independencia de las funciones/poderes del Estado, responsabilidad de los gobernantes, igualdad ante la ley, respeto, promoción y defensa de los derechos humanos y de canales de participación activa de los ciudadanos en las propuestas políticas, más allá de los períodos electorales.
A primera vista, parecería que en nuestro siglo la gran mayoría de los países vivimos bajo este modelo de democracia representativa; pero una mirada lúcida a nuestro mundo nos revela la existencia de numerosos regímenes que se autoproclaman democráticos, y en realidad se comportan como autoritarios y dictatoriales. No creo preciso enumerarlos, pero todas las personas sensibles y abiertas a la realidad pueden componer un mapa muy preocupante de lugares en esta situación... Por poner sólo un ejemplo de estos escenarios donde se vive la dicotomía entre democracia formal o representativa y democracia real o participativa, la Comisión de Justicia y Paz de la República del Ecuador ha hecho público, esta misma semana, un riguroso informe con el titulo ¿Nuestra democracia nos representa o es una utopía irrealizable?, en el que se desgranan las enormes carencias democráticas del país, el desprecio por las reclamaciones populares en defensa del derecho al agua, al medioambiente y a la salud, contra la corrupción y la impunidad y donde se denuncia la existencia de un Estado policíaco-autoritario.
Frente a esta contradicción, podemos recordar unas palabras del papa Francisco:
La democracia lleva inherente un gran e indudable valor: el de vivir juntos, el de que el ejercicio del gobierno tenga lugar en el contexto de una comunidad que se confronta libre y secularmente en el arte del bien común, que no es sino un nombre diferente de lo que llamamos política". (En el corazón de la democracia, Trieste, 7 de julio de 2024)
De ahí la necesidad de estímulos como el de la Jornada que hoy nos ocupa: aunque la exigencia de acción y de compromiso por la paz, la justicia, los derechos humanos y la buena gobernanza deberían tener una presencia universal y constante, por no decir diaria, la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó establecer esta fecha, como recordatorio anual de la necesidad de promover y proteger los principios democráticos en todo el mundo; en definitiva, poner en primer plano de atención la necesidad de la democracia como pilar fundamental para el desarrollo sostenible, la paz y la estabilidad de las naciones y pueblos de la tierra; celebrar los avances logrados hacia la democratización mundial (que, sin duda, haberlos, haylos, aunque insuficientes y a veces difíciles de descubrir); si no existen, empujar a los gobiernos y sociedades a comprometerse, día a día, con aquellos valores y a luchar contra las amenazas que los ponen en peligro.
En situaciones tan criticas como la actual y ante los desafíos globales, esta conmemoración, más allá de la simple proclama verbal y formal, debería destacar la importancia de empoderar a las personas, especialmente a las generaciones más jóvenes, para que participen activamente en la construcción de un futuro más justo y sostenible, poniendo en práctica la democracia social y participativa, frente a la meramente formal y representativa que se limita a ejercer (o no) el voto sin mayor compromiso.
Una de estas situaciones de confrontación ha sido sin duda la cita electoral para el Parlamento Europeo del mes de junio de 2024 y, por ello, nuestra Comisión General, numerosas comisiones locales en comunión con Justicia y Paz de Europa, nos hemos posicionado y dejado oír nuestra voz para poner de relieve la trascendencia de aquellas elecciones, la necesidad de participar y proclamar nuestra visión sobre la Europa que deseamos, los valores que la deben regir, así como denunciar sus flaquezas, carencias democráticas y peligros que la acechan (llámense populismo, racismo, discursos supremacistas de odio y criminalización de las personas migrantes y refugiadas, cierre de fronteras, recortes de derechos sociales. degradación ambiental, corrupción y capitalismo neoliberal sin limites...).
Habitualmente se asocian los términos democracia, libertad e igualdad: es cierto que se requiere una firme urdimbre y garantía de los tres, pero no lo es menos que, como ya hemos afirmado, la auténtica democracia debe ser no sólo formal y representativa (elecciones libres, igualdad de oportunidades para acceder a los cargos públicos, división de poderes), sino sobretodo participativa y combativa para lograr una sociedad en la que la libertad y la igualdad deben encarnarse en fraternidad /solidaridad, retomando el triple lema de la Revolución Francesa. Esta idea está magistralmente expuesta en el apasionante diálogo entre nuestros compañeros de Murcia, Joaquín Sánchez y Fernando Bermúdez, en su alegato/denuncia La Utopía Compartida, publicado en 2023, y que me permito resumir en una sola cita:
A muchos se les hace la boca agua proclamando LIBERTAD, pero ¿qué libertad?: libertad para explotar a los trabajadores, saquear los recursos naturales, y libertad de mercado sin control alguno por parte del Estado... esta libertad no la queremos porque es la muerte de los pobres, no existe auténtica libertad sin igualdad ni fraternidad o dicho con otras palabras , la libertad se asienta en la justicia social y en la solidaridad."
Así pues, desde nuestra perspectiva de fe y como personas cívicas y cristianas activas debemos sentir el llamamiento a construir, codo a codo con toda la ciudadanía, una verdadera democracia que responda a este deseo de fraternidad y que sea instrumento eficaz para hacer presente el Reino de Dios.
Y para ello contamos con la guía del Evangelio, del Magisterio y de la Doctrina Social de la Iglesia. Afortunadamente, la histórica oposición de la Iglesia, durante siglos, a aceptar las ideas de libertad, democracia y modernidad ha cedido el paso, gracias al soplo del Espíritu, a mensajes más positivos, desde la Immortale Dei de León XIII (1885), que, por vez primera vez reconoce que "la elección de una u otra forma política de gobierno, es posible y lícita, con tal que esta forma garantice eficazmente el bien común y la utilidad de todos", a la Pacem in Terris de Juan XXIII (1963), que afirmaba como pensamiento fundamental la defensa y promoción de un orden político auténticamente democrático, desarrollado especialmente en sus epígrafes 36,56, 60,61.3.64, 73,146, entre otros.
Camino que se consolida magistralmente con Fratelli Tutti (2020), de Francisco, primer texto del Papa expresamente referido a la democracia, a la que alude por lo menos en cinco ocasiones, de la que destaco, para no alargarme, y en línea con la pretensión de este articulo,
"palabras como libertad, democracia o fraternidad, que se vacían de sentido cuando el sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada" (FT, 157).
Eudald Vendrell Ferrer, vicepresidente CGJP y JP Barcelona


