Disonancia en la red de la vida
Comenzamos el Tiempo de la Creación en el que el papa Francisco invita a escuchar esta voz. Destaca que es un momento ecuménico, inspirado por la Iglesia ortodoxa de Constantinopla, haciéndonos tomar conciencia del sentir común cristiano en la conexión con todas las criaturas y de la necesidad de actuación conjunta.
Francisco comparte la disonancia observada al escuchar la voz de la creación: «Por un lado, es un dulce canto que alaba a nuestro amado Creador; por otro, es un amargo grito que se queja de nuestro maltrato humano»[1]. Esta experiencia resulta de cultivar una profunda espiritualidad ecológica que palpita en la comunión universal y advierte «la necesidad de convertir los modelos de consumo y producción, así como los estilos de vida, en una dirección más respetuosa con la creación y con el desarrollo humano integral de todos los pueblos presentes y futuros; un desarrollo fundamentado en la responsabilidad, en la prudencia/precaución, en la solidaridad y la preocupación» por quienes son pobres y las generaciones futuras.
La disonancia la vemos reflejada en la creciente opción por actividades en la naturaleza y su mayor defensa, la promoción del cuidado, la búsqueda de calidad de vida, frente a la interesada gestión -geopolítica y de las grandes empresas- de los recursos naturales y los efectos del cambio climático -incendios, sequías, inundaciones, huracanes, que siguen siendo cada vez más intensos y frecuentes- de los que también somos responsables. El ejemplo cercano más reciente es la ola de calor vivida en buena parte del hemisferio norte y que ha producido la estimación de más de 3500 muertes, solo en España en lo que llevamos de verano, según el Instituto de Salud Carlos III.
El mensaje "Escucha la voz de la Creación" de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación es muy oportuno para recordar el compromiso ante las próximas cumbres internacionales COP27 sobre el clima, que se celebra en noviembre en Sharm El-Sheikh, y la COP15 sobre biodiversidad, que tendrá lugar en diciembre en Montreal. En estos tres últimos meses se concretan opciones de apoyo institucional: el Estado de la Ciudad del Vaticano se ha adherido a la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático y al Acuerdo de París, y la Asamblea General de la ONU ha declarado el acceso a un medio ambiente limpio y saludable, un derecho humano universal.
Todo está conectado y los contenidos de ambas cumbres se retroalimentan. La segunda parte de la COP15, celebrada de forma presencial tras la pandemia, tratará los mecanismos para preservar la biodiversidad abordando las amenazas para su pérdida, que incluyen el cambio climático, la contaminación, las especies invasivas, los organismos genéticamente modificados, la explotación insostenible y el uso inadecuado de la tierra y las aguas.
El acuerdo marco sobre biodiversidad también incluye la movilización de recursos y la secuenciación de material genético, nuevas formas de dominio de quienes cuentan con la tecnología y la financiación.
Somos capaces de comprender mejor los ecosistemas utilizando el ADN ambiental. A través de él realizamos conteos estadísticos de población de forma no invasiva, se reconstruyen patrones de biodiversidad, identificando puntos críticos en ella con los que se pueden implementar estrategias de conservación concretas para cada especie amenazada, entre otras aplicaciones actualmente en investigación.
Estas aplicaciones requieren el intercambio de información digital sobre recursos genéticos, "pero mientras esa información sea generada y compartida sin aplicar obligaciones del reparto de beneficios, representan un perjuicio para gobiernos de países en desarrollo, agricultores y pueblos originarios que crean y nutren dicha diversidad. Los recursos genéticos nacionales y las plantas de los pueblos indígenas serán explotados privadamente para producir secuencias genéticas lucrativas que no les dejarán recompensa alguna" [2].
Por todo ello es conveniente enfatizar los principios clave que sugiere el Papa como acuerdo de las naciones para detener el colapso de la red de vida: «1. construir una base ética clara para la transformación que necesitamos a fin de salvar la biodiversidad; 2. luchar contra la pérdida de biodiversidad, apoyar su conservación y recuperación, y satisfacer las necesidades [básicas] de las personas [...]; 3. promover la solidaridad global, teniendo en cuenta que la biodiversidad es un bien común global que requiere un compromiso compartido; 4. poner en el centro a las personas en situación de vulnerabilidad, incluidas las más afectadas por la pérdida de biodiversidad, como los pueblos indígenas, las personas mayores y jóvenes».
No olvidemos que tenemos la posibilidad de actuar en tres aspectos para proteger el medioambiente: la mitigación de los efectos adversos, la adaptación a ellos y la educación hacia su cuidado. Actuemos para que el progreso pueda ser real porque suponga una mejora de la vida en el planeta, sin producir injusticia ni destrucción. Así seremos parte de la alegría «del dulce canto de vida y esperanza de las criaturas».
Montse Serrano, JP Segovia
[1] Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, 2022.
[2] Secuencias genéticas digitales: Tema clave para el Convenio sobre Diversidad Biológica, 2018.