Día internacional de la educación

22.01.2021

"Recuperar y revitalizar la educación para la generación COVID-19"

La proclamación del 24 de enero como el Día Internacional de la Educación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2018 pone de relieve la importancia que tienen la educación en el desarrollo de las personas y de los pueblos. Su próxima celebración tendrá lugar el 25 de enero, bajo el lema "Recuperar y revitalizar la educación para la generación COVID-19", que hace referencia a las graves consecuencias que provocó el cierre de las escuelas en un gran número de países, poniendo en peligro los avances conseguidos hasta la fecha y haciendo visible en países como España, la brecha digital existente, continuada por el recurso de la semipresencialidad (en la que el alumnado sigue desde casa las clases uno o varios días a la semana) en algunos centros educativos o a la situación de vulnerabilidad de numerosas familias de la Cañada Real o de tantos otros espacios que no reúnen las condiciones de habitabilidad.

Esta situación se completa con los siguientes datos proporcionados por la UNESCO: "262 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni manejan los rudimentos del cálculo; menos del 40 por ciento de las niñas del África Subsahariana completan los estudios de secundaria baja y unos 4 millones de niños y jóvenes refugiados no pueden asistir a la escuela" (https://es.unesco.org/commemorations/educationday), lo que nos llevaría a hablar de generaciones perdidas que cada vez tendrán más difícil el acceso a una educación formal, a los que podemos añadir los 750 millones de adultos que son analfabetos. Todas estas circunstancias ponen de relieve la falta de oportunidades de un gran número de personas que se ven condenadas a la pobreza y la marginación, quedando muy lejos su desarrollo humano integral que permita la eliminación de las desigualdades.

La educación es el cuarto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030


cuyo fin es garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas. La Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay, declara que es "la piedra angular" sobre la que se asientan los demás ODS, por lo que es imprescindible que los Estados y la solidaridad internacional lleven a cabo compromisos para favorecer el acceso a una educación de calidad de toda la población.

San Juan Pablo II ya expuso la necesidad de que la educación se convierta en una prioridad para los Estados, que deben permitir "que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad" (CA,46). Es decir, la educación no solo consigue el desarrollo individual, sino que, además, constituye un pilar fundamental para la creación de una sociedad solidaria, justa y fraterna.

Benedicto XVI, en su mensaje a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación de 2018, afirmó que "sólo una esperanza fiable puede ser el alma de la educación". Y continúa reafirmando que la consecuencia de la educación no recae en la individualidad, sino en la colectividad: "la esperanza que se dirige a Dios no es jamás una esperanza sólo para mí; al mismo tiempo, es siempre una esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace solidarios en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y en el amor". No somos solamente la suma de personas, sino que formamos parte de una casa común que nos pide respeto y responsabilidad.


Pacto educativo global


En febrero de 2019, el papa Francisco planteaba la importancia de conseguir un pacto educativo global: "Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna". El consenso de todos los agentes políticos y educativos es la única manera de garantizar una educación de calidad y que todas las personas tengan acceso a la misma. Solo entonces se podrá alcanzar el desarrollo de las personas y de los países, y que ninguno quede atrás para acabar con la cultura del descarte. Este pacto comienza a materializarse con acciones concretas, como la presentación de la Misión 4.7 del pasado 16 de diciembre en el Vaticano, y que el papa Francisco define como un "acto de esperanza que, desde el presente, mira al futuro". De nuevo la esperanza acompaña a la educación en el camino de conseguir un cambio de paradigma centrada en la conversión personal y en una cultura del cuidado.

Maria Cruz Hernández

Consejera Comisión General de Justicia y Paz