La educación al servicio de la paz

16.09.2022

En su Mensaje para la 55ª Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2022, el papa Francisco nos habla sobre el diálogo entre generaciones, educación y trabajo, los tres instrumentos para construir una paz duradera. Los tres deben ir imbricados y empleados a la vez para ser eficaces. Aquí me concentro no obstante, al principio de un nuevo curso académico, en uno de los tres elementos: la educación.

En el mensaje arriba mencionado el Papa afirma que la educación no debe ser un mero gasto, una cifra en unos presupuestos fríos, sino ser en primer lugar una inversión en personas sobre todo jóvenes. Una inversión en un futuro humanizado de la sociedad, ofreciendo a la juventud una posibilidad para crecer y formarse como personas. Es urgente una educación desde el enfoque de un desarrollo integral para aprender a vivir en convivencia cívica desde valores y virtudes que todos y todas puedan compartir, dejando atrás un sistema educativo que frecuentemente no es más que una mera ruta hacía el éxito personal.

El diálogo entre las generaciones, desde el respeto por lo diferente, empieza en la familia como célula muy importante en la sociedad y en las aulas de enseñanza en todos sus niveles. Si esta educación se enfoca sobre todo desde un adoctrinamiento de supuestos valores "locales" o ideologizados que pretenden ser mejores que otros, ya se está sembrando el caldo de cultivo de la exclusión, la discriminación, el odio y los sentimientos de superioridad acompañados por una lamentable ceguera para ver el rostro de quien sufre y quiere vivir y convivir. Y desde luego no es una educación para la paz, ni siquiera para la paz interior. Tampoco es educación en su acepción etimológica de "acompañar hacia fuera". Educar es entrar en un proceso para vencer la ignorancia y llegar a una formación adecuada, que ayude a mirar por encima de las propias murallas, que capacite para relacionarse y vincularse con otras personas en lugar de verlas como adversarias, competidoras u objeto, siendo por desgracia (con excepciones) el resultado de muchos sistemas educativos vigentes en nuestro mundo.

El Papa por lo tanto habla de "forjar un nuevo paradigma cultural a través de un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas y universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad" (ver también el libro de la Congregación para la Educación Católica, titulado "Un futuro para la educación. El pacto educativo global. Líneas estratégicas", Ed. PPC, 2022). El punto de partida, el eje central -junto con la formación intelectual y técnica- de toda educación debe ser la construcción de la paz desde valores compartidos por toda la sociedad y no seguir optando por un sistema educativo que se concentra sobre todo en el individualismo y en el propio beneficio.

Y esto no se logra con parches pedagógicos o decretos ideologizados. Se necesita, como ha afirmado el pensador italiano Ernesto Baldacci ya en el 1992, "una refundación de la pedagogía, al tratarse de una refundación del hombre".

El sistema educativo no debe estar al servicio ciego de una sociedad individualizada y capitalista, caracterizada sobre todo por sus egoísmos y falta de solidaridad con quien tiene mayor necesidad. Pero me temo que nada cambiará si la política económica no cambia y si el sistema educativo sigue (por coacción) estando acríticamente al servicio del status quo, de los intereses establecidos, algo que condiciona fuertemente las decisiones de responsables políticos y gobernantes, tanto presentes como futuros, de cara a los planes educativos y sus leyes.

Invertir el dinero en educación y en los derechos básicos de la persona es una exigencia ética universal en lugar de priorizar la inversión estatal y comunitaria en armas y guerras, incluidas las inventadas. Una educación desde la paz fomenta trabajar por el bien común y entrar en procesos de cambio de mentalidad que conducirán a un desarme o al menos a una sustancial disminución de la gran amenaza de una tierra inhabitable. Un sistema educativo debe estar orientado a una cultura del cuidado, una cultura del encuentro pacífico, a una convivencia respetuosa desde un profundo humanismo que está presente en todas las culturas y religiones. Una cultura del cuidado como resultado de una nueva educación es capaz de acercarse y abrazar lo diferente sin perder la propia identidad, porque comparte lo que está por encima de cualquier diferencia cultural, histórica e ideológica: la humanidad. Es esta humanidad la que nos conecta con este planeta. Es la humanidad la que nos hace respetar a todas las personas que también quieren vivir en paz y ser felices.

Cultura del encuentro

Hay que contribuir a crear las condiciones para un cambio de paradigma cultural y educativo, que haga posible una cultura del encuentro desde una auténtica libertad y responsabilidad compartida para realizar el bien común. El Papa no obstante nos advierte, por ejemplo en Laudato si', que " la educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano , la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza" (LS, 215). Siempre ha sido un tanto sorprendente y enigmático para mí la gran cantidad de gente que se opone a estas ideas, a este camino hacia una nueva esperanza dejando de lado la indiferencia moral tan presente en nuestras sociedades, occidentales sobre todo, o las ideologías que buscan la confrontación y la violencia. Un sistema educativo como el Papa ha propuesto dentro de un nuevo pacto educativo global quiere abordar temas, que contribuyen a una paz duradera, tan importantes como el diálogo interreligioso e intercultural, la dignidad de cada persona y los derechos humanos, la cultura de paz y de la ciudadanía, la fraternidad, las tecnologías y la ecología integral. Esta propuesta no refleja ningún interés parcial o partidario. No excluye a nadie. Al contrario, da esperanza a toda la humanidad. Es un camino viable hacia el futuro y conecta plenamente con el humanismo cívico expresado en el mensaje del secretario general de la ONU para conmemorar el Día Internacional de la Paz que se celebra, el 21 de septiembre de este año, con el lema: "Pon fin al racismo. Construye la paz". Es evidente que el racismo, la discriminación, el exclusivismo y por lo tanto una presunta superioridad -todos sentimientos e ideas todavía muy presentes en la mentalidad y en la educación ciudadana de muchos países y territorios- es un camino contrario a la paz y a la convivencia pacífica. En palabras de Antonio Guterres el racismo "envenena el corazón y la mente de las personas y erosiona la paz que todos buscamos, exacerba las desigualdades y la desconfianza... y nos aleja a unos de otros, cuando deberíamos unirnos, como una sola familia humana, para reparar este mundo fracturado".

La educación en la paz en la familia, en la escuela, en la universidad, en la comunidad, en las instituciones y en la vida política es sumamente importante. Es lamentable que el clima político actual de crispación haya contribuido al deterioro de la vivencia de los grandes valores humanos en la sociedad como son el esfuerzo, el respeto, la libertad siempre vinculada a la responsabilidad, la búsqueda del consenso y del bien común. Parece que la arena política se ha convertido en un espacio de fuertes insultos y descalificaciones desde una soberbia incomprensible donde falta la humildad y la aceptación de la pluralidad legítima y enriquecedora. La educación en los valores de la democracia se desvanece cuando se extiende la convicción errónea de que la única "verdad" reside en el propio partido. Esta actitud da una mala imagen a la sociedad, sobre todo a la juventud, y obstaculiza un diálogo respetuoso con las personas que opinan de otra manera y desde otras convicciones. Urge la tarea difícil para restaurar la política, como espacio noble y de entrega desinteresada, desde una educación que promueva los grandes valores y virtudes y que esté al servicio de la ciudadanía, la paz y el bien común. Sin el peligro continuo de politizar o ideologizar la educación podemos tener más esperanza en un futuro digno para toda la humanidad. Si no se produce un cambio fundamental en la educación de optar por un proceso de paz, el peligro del adoctrinamiento al servicio de élites, partidos o corrientes continúa. Como expresaba la banda de música pop Pink Floyd en su canción "Another brick in the Wall": "we don´t need no education, we don´t need no thought control, no dark sarcasm in the classroom , teacher, leave them kids alone" (traducción propia: "no necesitamos una educación, no necesitamos un control de nuestro pensamiento, ni un sarcasmo oscuro en la clase, profe, deja en paz a los chavales").

Finalmente quiero expresar mi convicción de que la educación bien entendida siempre es necesaria para hacer mejores a las personas y contribuir a una paz duradera en la tierra. La paz, según San Agustín, es "el valor más central en la existencia humana" que debemos promover a través de una adecuada educación dentro de un nuevo paradigma cultural.


Ton Broekman
Justicia y Paz Palencia