
El apagón y la voracidad
Se nos fue la luz durante varias horas. Conocemos las consecuencias, pero es difícil entender algo de las causas, envueltas en la opacidad que caracteriza al sistema eléctrico en España. ¿Cómo vamos a entender la ciudadanía de a pie las enrevesadas explicaciones al apagón, cuando apenas logramos entender nuestro recibo mensual de consumo?
Tanto la Red Eléctrica Española como las compañías privadas se han resistido a dar explicaciones convincentes, pero algunos técnicos lo han intentado.
Explican los técnicos que el sistema tradicional de producción de energía eléctrica (hidroeléctrica, termoeléctrica, nuclear…), basado en turbinas rotatorias que producen la energía en forma de corriente alterna, pueden aumentar o disminuir fácilmente la producción de acuerdo a la demanda de la red eléctrica general… Pero el sistema de la fotovoltaica y eólica (paneles y aerogeneradores) producen la energía en forma de corriente continua, que debe pasar por un inversor para transformarla en alterna antes de entrar en la red, y ese inversor responde muy mal a los cambios de demanda de la red…
Cuando la cantidad de las energías fotovoltaica y eólica es pequeña, las otras componentes gestionan por inercia las variaciones de la demanda. Pero el 28 de abril a las 12,33, el 60% de la producción era fotovoltaica y el 14% eólica, y se produjo una fuerte oscilación en la frecuencia de la red. La alta producción de fotovoltaica y eólica provocó la desestabilización al entrar en el sistema.
El apagón puso de manifiesto la vulnerabilidad de un modelo energético, no preparado para gestionar una entrada tan alta de energía renovable sin suficientes mecanismos de apoyo. Existen sistemas de estabilización (una especie de batería que acumula y despacha energía) pero son caros y las compañías no los han instalado.
Desde hace décadas, los científicos vienen aconsejando avanzar en la producción de energía eléctrica renovable; así lo requiere la escasez y carestía de combustibles fósiles y la salud del planeta. Pero eso no puede hacerse de cualquier manera. Las energías renovables gozan de incentivos para su producción, que se ha disparado. Entre 2019 y 2024, la eólica creció un 30% y la fotovoltaica multiplicó por siete su capacidad generadora. Las empresas producen en exceso y provocan inestabilidades en el sistema. Pero el problema no está en las renovables, sino en la falta de sistemas de estabilización. "Es como si tú compras un coche y te lo venden sin frenos", comentó un experto.
Algunos venían advirtiendo sobre la posibilidad de un apagón masivo, por la falta de inversiones y mecanismos de prevención. El 8 de enero de 2021 un problema parecido estuvo a punto de acabar con toda la red europea, y en 2024 en España fue necesario parar la industria en cinco ocasiones para evitar los apagones. Las grandes compañías eléctricas, desde hace años, escamotean las inversiones en seguridad en aras de ahorrarse costes y maximizar sus beneficios, y eso es lo que ha hecho vulnerable al sistema y nos ha traído el apagón.
Algunos analistas han hablado de un "exceso de codicia" y de "responsabilidad criminal" de las grandes empresas del sector. Cabe recordar, por ejemplo, que las grandes eléctricas (Iberdrola, Endesa, Repsol, Naturgy y Cepsa) tuvieron en conjunto 11.612 millones de euros en beneficios en 2024, un 10% más que el año anterior. Si sumamos los beneficios de los últimos cinco años, alcanzan 45.579 millones.
Más allá de los aspectos técnicos que condujeron al apagón, éste nos lleva a preguntarnos si es sano que un bien de primera necesidad, esencial y estratégico para un país, como es la electricidad, puede estar en manos de quienes, por definición, buscar sobre todas las cosas el beneficio económico…
El mercado eléctrico español inició su privatización en 1988 (cuando gobernaba Felipe González, del Partido Socialista) y se profundizó en 1999 (cuando gobernaba José María Aznar, del Partido Popular). Desde entonces, los consejos de administración de las eléctricas han contado con la presencia de ambos expresidentes y una pléyade de exministros de ambos partidos. Hoy, la producción y distribución de energía eléctrica está en manos privadas, e incluso el capital de la Red Eléctrica de España (encargada del mantenimiento de la red eléctrica) es privado en un 80%.
España es la única gran economía europea que no tiene una gran energética de titularidad pública. Y la liberalización del mercado nos ha traído una de las energías más caras de Europa.
Al sentir nuestra vida paralizada durante varias horas, por obra y gracia de las operadoras privadas que hacen negocio con un bien estratégico y anteponen sus beneficios a nuestra seguridad, y de quienes permiten que eso suceda, hemos tomado conciencia de nuestra dependencia de un modelo energético obediente a los intereses de un oligopolio que funciona totalmente al margen del Estado.
No son pocas las voces que se han alzado para apostar por una vuelta del sector eléctrico a manos públicas, que sitúe el bienestar de las personas en el centro y priorice la seguridad de la ciudadanía frente al mercado.
Otra cosa será quién le pone el cascabel a ese gato…
Waldo G. Fernandez, colaborador