El clamor de la Tierra

06.11.2020

El ser humano ha generado, y genera, tristezas para el planeta pero también grandes logros y profundas manifestaciones de amor y solidaridad. La necesidad de escuchar el clamor de la tierra y la necesidad de defender nuestro planeta es un "desafío urgente de proteger nuestra casa común que incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar" (LS, 13).

Escucha el clamor de la Tierra

La encíclica Laudato Si' es un mensaje común para un planeta y una sociedad que necesitan soluciones globales. El Papa nos dice que hemos crecido pensando que éramos propietarios y dominadores de la Tierra, autorizados a expoliarla. La Encíclica nos manifiesta que esta Tierra maltratada y saqueada clama, y sus gemidos se unen a los de todas las personas abandonadas del mundo.

La base científica de la Encíclica es muy sólida y nos facilita una extensa lista de temas acuciantes sobre los que hay que actuar: contaminación y cultura del descarte, cambio climático, la cuestión del agua, la pérdida de biodiversidad, la biotecnología mal encaminada, la deuda ecológica, los límites del progreso científico y de la tecnología, el deterioro de la calidad de vida y la decadencia social, y la inequidad planetaria.

En su análisis del planeta nos dice de forma clara que la Tierra, nuestra casa común, es un inmenso depósito de porquería: la contaminación afecta cotidianamente la vida de las personas provocando millones de muertes prematuras; la tecnología ligada a las finanzas pretende ser la única solución de los problemas, los movimientos migratorios están agravados por el cambio climático y las guerras; el agua no se puede privatizar y convertir en mercancía regulada por las leyes del mercado, las ciudades generan periferias urbanas donde viven quienes son descartables en la sociedad, la deuda externa de los países se ha convertido en un instrumento de control y los países menos desarrollados alimentan el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y su futuro, el medio ambiente y los pobres están indefensos ante los intereses del mercado divinizado, la tecnología no es neutral ya que la economía asume todo desarrollo económico en función del rédito y, finalmente, existe una debilidad en las reacciones frente a dramas del planeta.

Hoy nos deben preocupar los riesgos que hemos incorporado al planeta y que nos afectan a los seres humanos y al resto de criaturas del mismo.

El planeta está envuelto en intensos cambios globales, la Tierra grita por ellos, generados por el ser humano, es decir, alteraciones en los sistemas naturales, físicos, biológicos o sociales, cuyos impactos afectan al conjunto de la Tierra, pudiendo tener además impactos localizados a escalas muy diferentes. Hemos generado fuertes y perniciosos dualismos entre objeto y sujeto, o entre sociedad y naturaleza, o entre ser y tener.

Hemos contaminado el aire (cambio climático, debilitamiento de la capa de ozono, contaminación mortal del aire urbano, lluvia ácida, contaminación de interiores, residuos radiactivos, metales pesados), envenenado el agua (sobrecarga de nutrientes, tóxicos, agentes infecciosos, pesticidas, vertidos de todo tipo, biomagnificación), empobrecido la biodiversidad (destrucción, degradación, fragmentación y simplificación de hábitats, extinción de especies, deforestaciones masivas), creamos problemas con la generación y suministros de alimentos (exceso de pastoreo, degradación y pérdida de tierras aptas para el cultivo, destrucción de zonas húmedas, sobrepesca, contaminación de las costas, salinización), existe una clara imposibilidad de acceso al agua potable (privatización de un recurso común, escasez de agua, envenenamiento de acuíferos, agotamiento de aguas subterráneas, salinización de las aguas superficiales, metales pesados y radiactividad, microorganismos tóxicos, aguas insalubres), guerras por razones económicas que podrían ser impedidas, migraciones forzadas de miles de seres humanos huyendo del horror, la pobreza y la muerte.

El cambio climático inducido por el ser humano motiva cientos de miles de migrantes ambientales sin lugar ni consuelo, invisibles. Las ciudades del planeta incrementan su población a través del aumento de sus zonas de miseria. La propia aparición de la COVID-19, transmitida por el SARS-COV-2 podría tener que ver con el impacto humano en el planeta. Nada de esto ocurriría si tuviésemos otra actitud; el grito de la Tierra se manifiesta de distintas maneras.

Necesitamos una metamorfosis ética, una conversión ecológica, como propone la Encíclica del papa Francisco. En ella se nos muestra un profundo análisis de la realidad actual y nos muestra el camino del cambio a un mundo deseable y posible para todas las criaturas siguiendo la inspiración del Evangelio de Jesús, nuestra principal fuente de inspiración espiritual y humana.

Manuel Enrique Figueroa Clemente,
grupo de ecología integral de Sevilla