En torno al Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz 2023
En la Comisión de Justicia y Paz de Madrid era costumbre que Pedro León y Francia redactara un resumen del Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz. El objetivo de la Comisión Diocesana era animar a la lectura del texto y transmitir sus contenidos esenciales. Hoy esta labor es mucho menos necesaria porque el papa Francisco nos ha acostumbrado a mensajes cortos que observan la realidad presente, la analizan con la mirada del Evangelio y nos proponen compromisos concretos para avanzar en el Reino de Dios y su justicia.
El Mensaje para el primero de enero de 2023 se titula: Nadie puede salvarse solo.Ojos abiertos: Recomenzar desde el COVID-19
El COVID-19 nos ha sumido en la noche, ha desestabilizado nuestra vida ordinaria, ha trastornado nuestros planes y costumbres, ha perturbado la aparente tranquilidad incluso de las sociedades más privilegiadas, ha generado desorientación y sufrimiento, y ha causado la muerte de tantos hermanos y hermanas nuestros (Mensaje, n. 2).
Ante el COVID-19 el mundo sanitario se movilizó para aliviar el dolor de tantos y tratar de ponerle remedio; del mismo modo, las autoridades políticas tuvieron que tomar medidas drásticas en materia de organización y gestión de la emergencia (Mensaje, n. 2).
Ahora somos "testigos del inicio de otro azote: una nueva guerra, en parte comparable a la del COVID-19, pero impulsada por decisiones humanas reprobables. La guerra en Ucrania se cobra víctimas inocentes y propaga la inseguridad, no sólo entre los directamente afectados, sino de forma generalizada e indiscriminada en todo el mundo; también afecta a quienes, incluso a miles de kilómetros de distancia, sufren sus efectos colaterales -basta pensar en la escasez de trigo y los precios del combustible-" (Mensaje, n. 4).
Corazón sensible: Nadie puede salvarse solo
"Junto con las manifestaciones físicas, el COVID-19 provocó -también con efectos a largo plazo- un malestar generalizado que caló en los corazones de muchas personas y familias, con secuelas a tener en cuenta, alimentadas por largos períodos de aislamiento y diversas restricciones de la libertad" (Mensaje, n. 2). "La pandemia tocó la fibra sensible del tejido social y económico, sacando a relucir contradicciones y desigualdades. Amenazó la seguridad laboral de muchos y agravó la soledad cada vez más extendida en nuestras sociedades, sobre todo la de los más débiles y la de los pobres" (Mensaje, n. 2). Millones de trabajadores informales de muchas partes del mundo se quedaron sin empleo y sin ningún apoyo durante todo el confinamiento.
Estas situaciones generan un sentimiento de derrota y amargura que debilita los esfuerzos dedicados a la paz y provoca conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo. "En este sentido, la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias" (Mensaje, n. 2).
Para el papa Francisco, "la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo" (Mensaje, n. 3).
Por otra parte, "hemos logrado hacer descubrimientos positivos: un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo para abrirnos al sufrimiento de los demás y a sus necesidades; así como un compromiso, en algunos casos verdaderamente heroico, de tantas personas que no escatimaron esfuerzos para que todos pudieran superar mejor el drama de la emergencia" (Mensaje, n. 3).
"De esta experiencia ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra "juntos" en el centro. En efecto, es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos. De hecho, las respuestas más eficaces a la pandemia han sido aquellas en las que grupos sociales, instituciones públicas y privadas y organizaciones internacionales se unieron para hacer frente al desafío, dejando de lado intereses particulares. Sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales" (Mensaje, n. 3).
Respecto a la guerra en Ucrania, estima Francisco, "junto con los demás conflictos en todo el planeta, representa una derrota para la humanidad en su conjunto y no sólo para las partes directamente implicadas. Aunque se ha encontrado una vacuna contra el COVID-19, aún no se han hallado soluciones eficaces para poner fin a la guerra. En efecto, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado" (Mensaje, n. 4).
Francisco considera que "las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos están todas interconectadas, y lo que consideramos como problemas autónomos son en realidad uno la causa o consecuencia de los otros" (Mensaje, n. 5).Mano pronta: Trazar juntos caminos de paz
El papa Francisco nos llama a permanecer firmes, con los pies y el corazón bien plantados en la tierra, capaces de una mirada atenta a la realidad y a las vicisitudes de la historia.
Nos llama a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, guía nuestro camino.
Nos quiere vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.
Nos invita a mantenernos alerta, a no encerrarnos en el miedo, el dolor o la resignación, a no ceder a la distracción, a no desanimarnos, sino a ser como centinelas capaces de velar y distinguir las primeras luces del alba, especialmente en las horas más oscuras.
Nos dice: "Ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar -de forma personal y comunitaria-; un tiempo privilegiado para prepararnos al "día del Señor". Ya he dicho varias veces que de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?" (Mensaje, n. 3)
"Es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana" (Mensaje, n. 3).
Debemos "dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un "nosotros" abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común" (Mensaje, n. 5).
Francisco nos llama "a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión. Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades. El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele. Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades. Sólo invirtiendo en estas situaciones, con un deseo altruista inspirado por el amor infinito y misericordioso de Dios, podremos construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz" (Mensaje, n. 5).
Fco. Javier Alonso Rodríguez, presidente CGJP. Justicia y Paz Madrid.