Guerras y medio ambiente

02.06.2022

Las principales víctimas de cualquier conflicto bélico son las personas. En cada uno de ellos se contabilizan las muertes y en algunos casos, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, la cifra sobrecoge, se perdieron aproximadamente 60 millones de vidas. Este dato corresponde a los fallecimientos registrados en el transcurso del conflicto armado, pero existen otras muertes que se producen más allá del tiempo de guerra y que siempre, se podrían haber evitado. Hoy voy a reflexionar sobre ello y sus consecuencias con respecto al medio ambiente.

Por no retroceder demasiado comenzaré por la Segunda Guerra Mundial. Cuando en Hiroshima y Nagasaki cayeron las bombas atómicas, se contabilizaron, por el efecto directo de estas, más de 200.000 víctimas, pero despues, como consecuencia de la radiación, el número se incrementó notablemente a causa de leucemias, cánceres generalizados, malformaciones en fetos...

.

Otro caso desgarrador lo encontramos en Vietnam. El objetivo era defoliar los densos bosques a fin de descubrir los escondites y las rutas de suministro del enemigo (Vietcong). Se utilizaron aviones y helicópteros fumigando tierras de cultivo con más de 80.000 millones de litros de herbicidas.

Los herbicidas utilizados fueron de varios tipos: agente azul para las cosechas de arroz, agente verde para los árboles de hojas anchas... De todos ellos, el más perjudicial fue el agente naranja que contenía la dioxina TCDD que sirvió para descubrir los lugares de escondites y las rutas utilizadas por el Vietcong. Estos productos caían sobre la gente y sus alimentos ocasionando numerosas víctimas. El agente naranja, altamente tóxico para los seres vivos, al no ser soluble en agua, permanece en el medio ambiente durante años. No hay estudios recientes sobre esta prevalencia, pero en las zonas de las bases norteamericanas en Vietnam, todavía se prohíbe la pesca en los ríos. Se calcula que entre dos y cuatro millones de personas se han visto perjudicadas por los efectos tardíos, y al menos 100.000 niños y niñas nacieron con discapacidades. Además de las graves deformidades, se considera que más de 20 enfermedades son consecuencia directa del agente naranja.

Afganistán. En este país, el 78 % de la población se dedicaba a la agricultura y gran parte de ella, al cultivo de cereales de regadío. Hasta el recrudecimiento de los conflictos, Afganistán tenía un sistema de regadíos por medio de túneles, qanats, controlados por quienes habitaban cada zona. Como resultado de las tensiones étnicas y religiosas este control dejó de ser eficaz. Sin embargo, todo se agravó aún más con la contienda que inició Estados Unidos en 2001 en la que, con el fin de encontrar a grupos talibanes, entre ellos a Osama Bin Laden,  quedó destruido de forma irreversible este sistema de regadío. El gobierno construyó una serie de presas que debido a las consecuencias del cambio climático (según los informes del IPCC esta es una de las zonas que se verá más afectadas por el calentamiento global) ha llevado a la desecación de lagos en otras zonas. En resumen, la guerra y los conflictos internos en los que también interviene el cultivo del opio en Afganistán han perpetuado un serio problema con el agua que sigue siendo una gran fuente de conflictos y hambre en la población.

Irak. Los incendios provocados por grupos yihadistas en los pozos de petróleo que tenían como objetivo dificultar las operaciones militares aéreas en su contra, causaron en la zona un gran daño medio ambiental con secuelas que aún hoy permanecen ya que se derramó el crudo en los terrenos agrícolas, se contaminaron los acuíferos y se produjo un enorme impacto nocivo por la quema ingente de combustibles fósiles. Pero no hay que señalar únicamente a los grupos yihadistas, de igual modo esta quema de pozos para evitar el abastecimiento de los talibanes fue utilizada como un arma de guerra por las fuerzas de la coalición militar liderada por Estados Unidos. Asimismo, Estados Unidos y Gran Bretaña utilizaron armas con uranio que han dejado su rastro en la población civil hasta el día de hoy. La falta de transparencia en el uso de este tipo de armamento hace difícil conocer los daños que pueden ocasionar a las personas y al medio, y por tanto aportar soluciones más específicas.


Se puede colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.

Por desgracia, existen muchos ejemplos en otras partes del mundo: Sudán, Etiopía, Colombia... pero sería muy largo de detallar. Sí convine hacer mención a Ucrania por cercanía y actualidad. Las imágenes de devastación que diariamente contemplamos nos muestran un país destruido con refinerías ardiendo, barcos hundidos, y productos contaminantes derramados por todas partes resultado de los bombardeos. Un país destruido que habrá que reconstruir. Un planeta que es limitado en cuanto a los recursos, tendrá que utilizar muchos de ellos para la reconstrucción de Ucrania.

Por todo ello, hoy más que nunca hay que tener en cuenta lo dicho por el Papa en la Jornada Mundial de la Paz de este año:

Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.

Isabel Cuenca

Secretaria General CGJP