La injusticia, raíz de la violencia, la paz, fruto de la justicia

04.04.2024

Vivimos en un mundo en donde, aún en medio de múltiples manifestaciones de fraternidad, solidaridad y generosidad, aparecen expresiones de odio y actitudes violentas, atentados terroristas, guerras y genocidios.
Hay violencia delincuencial y violencia estructural. Me voy a detener en esta última, aunque ciertamente, la violencia delincuencial emana de las estructuras injustas. La injusticia y desigualdad social engendran violencia. Es por eso que es necesario visualizar las tres grandes modalidades de violencia existentes en la sociedad:

· Violencia estructural o institucionalizada.

Es la violencia del sistema socioeconómico y político. El capitalismo neoliberal de tendencia colonialista e imperialista es en sí mismo violento en cuanto que es un sistema que divide a la ciudadanía en dos clases sociales: por un lado, los grandes adinerados, banqueros y las compañías transnacionales y, por otro lado, están las personas trabajadoras oprimidas, las pobres y excluidas. Esta violencia es ejecutada por las fuerzas de seguridad, ejército y policía, quienes utilizan la represión para mantener el "orden" que beneficia a la clase dominante. Sus representantes políticos aprueban leyes que benefician a quien explota, sus tribunales de justicia favorecen a quien tiene poder y condenan a la persona humilde. Utilizan la educación y los medios de comunicación para engañar a la población con un patrioterismo y nacionalismo barato. Con frecuencia utilizan la religión como un medio para adormecer la conciencia del pueblo en función de sus intereses económicos, por eso, descalifican a las personas religiosas (laicado, obispos y sacerdotes) que, siguiendo el evangelio de Jesús, optan por la liberación de la pobreza, por la justicia y la fraternidad.

· Violencia subversiva.

Es provocada como respuesta a la violencia institucionalizada del sistema dominante después de que se cerraran todas las puertas por la vía política para el logro de una sociedad justa y democrática. Es conocida como violencia subversiva o revolucionaria, propia de las personas oprimidas. Busca realizar una transformación profunda de las estructuras socioeconómicas y políticas para combatir la desigualdad, el hambre, el analfabetismo y la marginación en que se encuentran las mayorías de la sociedad. Elabora un proyecto de estado social realizable capaz de generar una nueva sociedad que acabe con la situación de injusticia y violencia.

· Violencia represiva.

Las autoridades y quienes tienen privilegios se alarman ante la presencia y acciones violentas de las personas subversivas, a quienes califican de "agitadoras", "comunistas", "terroristas" y enemigas del orden. Utilizan los secuestros de líderes, torturas, asesinatos, masacres, guerra sucia… Casi toda América Latina tiene una triste experiencia de esta violencia bajo los regímenes militares apoyados por el gobierno de Estados Unidos. En Guatemala se bombardearon aldeas enteras, masacrando a su población, dejando decenas de miles de personas muertas. Asimismo, hicieron en El Salvador. En estos dos países los militares, al servicio del sistema, asesinaron a líderes religiosos: dos obispos, Óscar Romero y Juan Gerardi, multitud de sacerdotes, entre estos a los jesuitas de la Universidad Centroamericana, y a centenares de catequistas, porque defendían a las personas más pobres como hizo Jesús, y exigían un cambio de estructuras sociales justas y humanas.

Análisis de la violencia

Los tres tipos de violencia los estamos viviendo día a día en muchas partes del planeta. Las distintas manifestaciones de violencia tienen su origen en un sistema social injusto, prepotente, inhumano y excluyente, que domina hoy el mundo. Y ante esa situación trágica de triple violencia, a mí como hombre y como cristiano, se me presenta una serie de interrogantes. La opción cristiana es la noviolencia, la paz que nace de la justicia. La búsqueda de la vía del diálogo y la negociación diplomática como camino para la paz. Nunca la violencia. Sin embargo, en conciencia, no nos es posible poner en el mismo nivel la violencia de la persona oprimida con la violencia institucionalizada y la violencia represiva. Un caso concreto: cuando  campesinos palestinos defienden sus propiedades (viviendas, tierras, fuentes de agua…) frente a colonos judíos, apoyados por su ejército, se les tilda de terroristas. ¿Acaso no tienen derecho a defender sus propiedades? ¿Por qué no se califica de terrorismo a quienes invaden, que no solo usurpan propiedades, sino que matan a quienes ofrecen resistencia?

Entre las causas de la violencia aparece también el narcotráfico, que puede estar asociado a la delincuencia común, pero sobre todo a los poderes estatales, es decir, a la violencia estructural institucionalizada, como aconteció en Colombia durante los gobiernos uribistas o en Honduras y Guatemala en los gobiernos corruptos de los últimos años.

La mayor estrategia para aislar y vencer cualquier tipo de violencia y terrorismo es la organización de la ciudadanía, personas trabajadoras, mujeres, jóvenes…, a todos los niveles con una honda formación ética y crítica. Asimismo, defender y respetar los derechos humanos, promover la justicia social, priorizar el bien común sobre los intereses privados, optar por la vía del diálogo para la resolución de conflictos, desarrollar un sistema educativo público de calidad, etc.

La paz es fruto de la justicia

El papa Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris, señalaba que la paz tiene cuatro fundamentos: la verdad, libertad, la justicia y el amor. El reino de Dios es un reino de paz. Jesús nos advierte: "Mi paz no es como la que da el mundo". Unos llaman paz al libre mercado, otros al orden establecido, aunque esté constituido sobre la injusticia... Jesús nos promete la paz del reino de Dios, que es el reino de la justicia y del amor.

En la Biblia, la paz no sólo es la ausencia de guerra. Es el Shalon, la paz del reinado de Dios, expresión de una sociedad justa y solidaria, donde abunda la vida para todo el mundo. El Shalon bíblico es el bienestar integral del pueblo: espiritual y social. Es fraternidad y comunión de todos los seres humanos entre sí, con la creación y con Dios. Es tener cubiertas las necesidades vitales de vivienda, trabajo, salud, educación..."La paz es el fruto de la justicia" (opus juxtitiaepax), proclamaba el profeta Isaías (32,17). Y esta paz es un don de Dios, pero es, al mismo tiempo, una tarea humana, un desafío.

La paz emana de estructuras socioeconómicas y políticas justas. Estas políticas las hacen las personas. Por lo tanto, es esencial la formación en valores humanos de la ciudadanía y de sus dirigentes, como son la honestidad, la transparencia, la coherencia, el diálogo como vía de resolución de conflictos, la solidaridad, la opción por las personas más vulnerables y el cuidado del medio ambiente. Un corazón pacífico y respetuoso de la vida lleva consigo el compromiso de erradicar las causas que generan la violencia. La fraternidad universal es el sueño de quienes aman la paz, como señala el papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti.

Consecuentemente, toda persona amante de la paz es una firme opositora de la carrera armamentista, de las armas nucleares y de las alianzas militares. No podemos aceptar la sociedad tal como está: una sociedad hegemónica unipolar armada hasta los dientes, que invierte más dinero en armamento que en el desarrollo de los pueblos y que ha entrado en una salvaje explotación y depredación de la Naturaleza. Urge, asimismo, una profunda refundación de la organización de Naciones Unidas, con autoridad moral y jurídica para que se cumplan sus Resoluciones, la cual está exigiendo la desaparición del Consejo de Seguridad, tal como está configurado con derecho a veto.

Sentimos la llamada a la rebeldía, la utopía y el compromiso en el cambio de esta realidad. La sociedad, tanto en el Norte como en el Sur global, necesita personas profetas de la paz y la noviolencia, agentes de una revolución de la conciencia.

Fernando Bermúdez, Justicia y Paz Murcia