Jubileo de la financiación para el desarrollo: un reinicio total
Después de una globalización mal administrada, después de la pandemia y de las guerras, nos encontramos frente a una crisis de deudas que afectan principalmente a los países del sur del mundo, generando miseria y angustia, y despojando a millones de personas de la posibilidad de un futuro digno. En consecuencia, ningún gobierno puede exigir moralmente a su pueblo que sufra privaciones incompatibles con la dignidad humana. Papa Francisco, en su Mensaje de 2024 al encuentro del Vaticano sobre "Cómo abordar las crisis de deuda en el Sur Global".
Las Cumbres de Financiación para el Desarrollo buscan
movilizar fondos para el cumplimiento de la Agenda 2030 y sus Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS). Al mismo tiempo se procura incidir en alguno de los ODS para
fortalecer este desarrollo. Así, resolver la carga de la deuda es fundamental
para que todos los países puedan participar en el proceso de desarrollo,
pudiendo invertir en servicios públicos y disminuir sus niveles de pobreza.
Aproximadamente el 57% de la población de África —751 millones de personas, incluyendo casi 288 millones en pobreza extrema— vive en países que gastan más en servicios de deuda externa que en salud o educación [1].
Además de la centralidad de la erradicación de la pobreza que conseguiría prosperidad (prosperity), la IV Conferencia de Financiación en Sevilla se ha fijado en otros ODS que están hoy en riesgo, como la igualdad de género (people), la protección del medioambiente (planet), la construcción de sociedades pacíficas (peace) -evitando beneficiar solo a ciertos sectores- y la necesidad de realizar este trabajo uniendo fuerzas y creando relación y asociación (partnership, peoples), más frecuente desde la cooperación internacional al desarrollo.
Es decir, se trata de trabajar en las 5P en inglés (prosperity, people, planet, partnership, peace) que la comunidad internacional se propuso lograr con la Agenda 2030 y que hoy continúa siendo de vital importancia, especialmente para los pueblos con menor desarrollo, pero que constituye un avance en justicia social y ambiental de forma global.
Avanzar en las P se hace de forma proactiva. Los logros en la erradicación de la pobreza llevan implícitos una mejora de la centralidad de las personas y el planeta, del multilateralismo y de la paz porque todo está conectado.
El gran problema es que las reglas de la gestión de la casa común, la economía neoliberal en este momento, están diseñadas desde una parte del mundo, desde el miedo a perder el poder y desde la ambición de quien no quiere compartir. Por eso, después de grandes análisis económicos se llega a la conclusión de que hay que reformar la arquitectura financiera internacional para que los sistemas financieros globales sean más justos, equitativos y apoyen el desarrollo sostenible.
Aunque la reforma técnica más importante para resolver la deuda soberana de los países empobrecidos sería la creación de un tribunal internacional de quiebras, similar al existente en muchos países para el sector privado local -encargado de resolver los procesos de reestructuración de deuda-, si no se reforma el sistema en sí, seguiremos reproduciendo las mismas dinámicas que nos trajeron hasta aquí [2].
Resolver una crisis de deuda soberana es una tarea profundamente política y moral. En esencia, se trata de cómo se distribuyen las pérdidas entre sociedades, generaciones y actores internacionales. Y como todas las cuestiones distributivas, puede ser fuente de conflicto. Hoy la posibilidad de lograr resoluciones justas depende en gran medida de la voluntad de todos los actores involucrados, incluidos los más poderosos, de actuar con espíritu de solidaridad [3].
Desde el eco profético de la Iglesia en el Jubileo pedimos al mundo que tienda una mano a los pueblos de los países con mayor crisis, proponemos condonar las deudas de quien no puede pagarlas, reconocer que hay una deuda ecológica con los países del Sur, tanto por la explotación de los recursos naturales a lo largo de la historia que continúa en el presente, como por los desastres climáticos que enfrentan derivados de una contaminación que no generan en la misma proporción que los países con mayor riqueza y consumo.
Porque no sólo la deuda externa y ecológica son dos caras de la misma moneda, también la deuda de paz, que trata sobre la convivencia y dignidad de las personas y los pueblos, se une al poliedro que hipoteca el futuro y que necesitamos transformar en comunión diversa.
Montse Serrano, JP Segovia y secretaría técnica CGJP.
[1] Investigaciones de Tricontinental: Institute for Social Research, recogidas en "El reporte del jubileo: Un plan para abordar las crisis de deuda y desarrollo y construir una economía global sostenible centrada en las personas".
[3] Ibíd.