Justicia y Paz señala la cultura del cuidado eco-social como respuesta al clamor de las personas empobrecidas

14.01.2021
  • El efecto homogeneizador de nuestros modelos predominantes de producción y consumo, ha erosionado la diversidad -en todas sus formas, desde la biológica hasta la cultural-, un aspecto vital para la resiliencia.
  • En la ecología integral de Laudato si', fundada en la interconexión, no caben términos de distintos mundos sino de encuentro en el único mundo que es la casa común.


En la Comisión General de Justicia y Paz celebramos ayer un seminario sobre el segundo objetivo Laudato si': Respuesta al clamor de las personas empobrecidas.

Tras compartir las acciones propuestas desde distintos continentes, la conclusión común es la conversión ecológica, el cambio del estilo de vida para optar por otro menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno. La ecología integral de Laudato si' incluye la dimensión espiritual y considera que la profundidad de la crisis ecológica revela la gravedad de la crisis moral de la persona, acentuando a su vez, ambas crisis.

Pobreza y recursos naturales

A nivel social en América Latina identifican los problemas de desigualdad y discriminación étnica. A nivel ecológico el atlas de justicia ambiental muestra la extracción de minerales, materiales de construcción y combustibles fósiles como los principales recursos explotados en esta parte del continente.

La cuenca del río Congo está compuesta de muchas selvas que, en el corazón de África ecuatorial, forman la segunda región tropical en tamaño después de la Amazonía, constituyendo una importante reserva de biodiversidad. Junto con la expansión de la agricultura, la tala industrial de la madera es el principal factor de degradación y deforestación de este bosque húmedo, donde gran parte de la explotación se realiza de forma ilegal.

En estos espacios naturales, culturas enteras viven directamente del bosque para su refugio, salud, comida y pervivencia cultural y espiritual.

El Este de la República Democrática del Congo, Colombia, Venezuela y Myanmar tienen zonas de extracción de minerales de conflicto en minas, algunas de ellas artesanales, que dan trabajo a gran parte de la población de la zona. El problema de estos minerales es el vínculo entre su explotación y comercialización y la obtención de fondos, que van a parar al crimen organizado o a grupos armados.

En estos procesos, muchas veces de sobreexplotación de recursos, existen diferentes riesgos de violación de derechos humanos: accidentes laborales, contaminación del agua, problemas de salud, desplazamientos forzados de población, corrupción, blanqueo, conflictos bélicos, trabajo y explotación infantil, violencia sexual a mujeres, entre otros.

Los conflictos no están generados por el control de las materias primas exclusivamente sino que tienen múltiples causas como la gobernanza de este sector económico, el empobrecimiento de la población, la falta de acceso a la tierra, la falta de infraestructuras y comunicación, las tensiones étnicas. Así, las soluciones tienen que ver con políticas de desarrollo local para que los beneficios, que se puedan extraer de las minas, recaigan sobre la población.

Los metales obtenidos de los minerales se utilizan en la fabricación de componentes electrónicos que van a parar a personas consumidoras, desconocedoras de las condiciones en las que se han fabricado los productos y de los riesgos enumerados para la población y la zona natural de extracción. Por todo ello, es importante el control de las cadenas de suministros y evitar los vacíos de información de procedencia de los productos.

El problema de fondo es el modelo de consumo y producción a nivel global, la crisis del modo de ser y estar en el mundo, la cultura de usar y tirar, que es la que nos empuja a generar la presión sobre los recursos naturales y las personas, presentándonos propuestas insostenibles de consumismo y destruyendo la vida.

Respuestas de hoy

Las respuestas llegan desde distintos ámbitos personales, sociales e institucionales en los que la sociedad civil tiene mucha influencia y donde el diálogo, el trabajo conjunto y la preocupación por el bien común cobran una gran relevancia en la transformación hacia la cultura del cuidado.

El día 21 de enero de este año entra en vigor el Reglamento europeo de minerales de conflicto, con el que se desea avanzar en la regulación de la cadena de suministro de cuatro metales: estaño, oro, tantalio y tungsteno.

Este mes de frío, en el que la factura de la luz sube, recordamos el Tratado de la Carta de la Energía, un acuerdo de inversiones para el sector energético, que supone un obstáculo a la transición energética desde los combustibles fósiles a otras fuentes más diversificadas y que permite dejar sin luz a quienes no pueden pagarla. Instamos al Gobierno la salida de España del citado Tratado.

Cuidar de la Tierra es cuidar de las personas más pobres. Es una manifestación de la conversión ecológica en acción. Así no es necesario ir al Congo y crear movimientos para luchar contra quienes explotan la selva sino que en nuestra actuación cotidiana tengamos absoluto respeto hacia el uso de los recursos naturales, ya que lo tendremos con quienes sufren por nuestro consumismo.

"Nuestros planes y esfuerzos siempre deben tener en cuenta sus efectos sobre toda la familia humana, sopesando las consecuencias para el momento presente y para las generaciones futuras". El cambio del estilo de vida supone la valiente revolución cultural del cuidado que nos propone el papa Francisco como camino de paz en su Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de 2021. El 22 de enero celebramos también la entrada en vigor del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares: "Cuánto derroche de recursos hay para las armas, en particular para las nucleares, recursos que podrían utilizarse para prioridades más importantes a fin de garantizar la seguridad de las personas, como la promoción de la paz y del desarrollo humano integral, la lucha contra la pobreza y la satisfacción de las necesidades de salud".