La amenaza de las armas nucleares en un mundo multipolar
Kate Hudson, portavoz de CND (Campaña para el Desarme Nuclear), un movimiento pacífico británico, menciona dos fenómenos en aceleración peligrosa hacia una destrucción de toda la vida en nuestro planeta: el desastre climático y el creciente riesgo de una guerra nuclear. También, a mi juicio, una abrumadora mayoría de la humanidad quiere vivir en paz y sin estas dos amenazas, pero se siente impotente ante ellas. Está claro que la responsabilidad final está en manos de un grupo muy pequeño pero todopoderoso de élites que tienen estrechas relaciones con y/o forman parte del complejo militar-industrial y la esfera banquero-financiera. No obstante, la historia nos enseña también que las cosas pueden cambiar por colaboración entre muchas personas y pueblos para producir grandes efectos positivos en la mentalidad y posiciones políticas (por ejemplo, el Civil Rights Movement en los EEUU en los años 60).
Curiosamente vemos en la actualidad que importantes logros a nivel social, económico y político están sufriendo una erosión alarmante acompañada con ataques a libertades fundamentales, tendencias antidemocráticas (los populismos) y fake news que provocan desinformación. Un panorama bastante desconsolador donde más que nunca se necesitan fuertes grupos de justicia, de paz y de noviolencia, grupos que fomentan la concordia, la solidaridad y la confianza mutua entre pueblos y culturas. Grupos que buscan también la influencia en la opinión pública para desmontar -a la luz del análisis sobre la paz, la justicia y los derechos humanos- la voluntad y los motivos de países como EEUU y China en la obtención de la hegemonía económica mundial a costa de millones y millones de personas, en general, de los países más pobres.
En nuestro mundo multipolar hay que apoyar centros de liderazgo ético (entre ellos el Papa) y fomentar documentos relevantes de la Doctrina social de la Iglesia y otros documentos que tratan la noviolencia como estilo de vida y así contribuir a disminuir los ya alarmantes riesgos que amenazan la supervivencia en nuestro mundo, entre ellos, el de una guerra nuclear.
Muy llamativo hoy es que casi sin pensamiento crítico y sin intentos concretos de un diálogo auténtico muchos países aceptan la continuación de guerras fomentando una cultura militarista en vez de una cultura del desarme. Justicia y Paz en colaboración con otras organizaciones pacíficas necesitan acentuar todavía más el proyecto anti-armas nucleares y crear así un espacio público especial en el que se puedan desarrollar las ideas básicas para vivir y sobrevivir: respeto por la vida y por la Casa Común, dándonos cuenta de que no hay planeta B y de que formamos una única familia humana, que no necesita divisiones forzadas entre un nosotros y los otros. Fomentar la unidad en la diversidad, la noviolencia y los Derechos Humanos implica trabajar con esperanza para una paz radical, sin armas nucleares y con confianza mutua entre las personas y entre los pueblos.
Me parece muy importante partir de una espiritualidad profunda que sabe que el "dentro" es la base del "fuera" (cf. Thomas Merton). La acción es entonces consecuencia del amor que se dirige hacia "fuera". Para ser profetas de la esperanza y de la solidaridad hay que creer en una visión pacífica que reine en nuestro mundo devorado por las consecuencias de los egoísmos (el no compartir, el no querer ayudar) y del afán del poder, que excluyen a tantas personas de la Mesa. No actuar no es una opción. Sin hacer nada nos convertimos en obstáculos de la paz, vivir según los antiguos esquemas mentales de dividir y poseer, e incluso estar en última instancia a favor del rearme y de la disuasión de las armas nucleares con el enorme riesgo de su uso, algo fundamentalmente contrario a la vocación y la misión del cristianismo. En palabras del papa Francisco antes de la cumbre sobre el tratado internacional para la prohibición de las armas nucleares: "el desarme nuclear es un imperativo moral y humanitario".
El Papa dejó muy claro que una ética y un derecho basados sobre amenazas de destrucción recíproca contradicen totalmente el espíritu mismo de las Naciones Unidas. La paz y la estabilidad internacional nunca se realizan sobre un falso sentido de seguridad, sino sobre los auténticos valores de la justicia, el desarrollo humano integral, la custodia de la Creación y la confianza (fiar mutuo) entre los pueblos. Por ello, es urgente promocionar organizaciones como Justicia y Paz que aboga y trabaja con el objetivo de que muchas personas excluidas, pobres y empobrecidas, tantas víctimas de guerras, hambrunas y persecuciones en nuestro mundo tengan acceso a un futuro de dignidad y paz.
Esto exige que nos movamos y colaboremos con el Espíritu, algo tan fundamental a lo que se ha referido recientemente el papa León XIV en su cita del profeta Jesaja (Isa.32,17): "que el fruto de la justicia será la paz; la obra de la justicia será tranquilidad y confianza para siempre".
Ton Broekman, Comité Ejecutivo JP Europa, Justicia y Paz Palencia