La salud en tiempos de pandemia

07.04.2021

Estamos viviendo un proceso de crisis que ha comenzado por la salud pero que afecta tanto a la vida como al comportamiento de las personas y de las sociedades. De este modo, aun estando situada la salud en un primer plano, podríamos afirmar, casi con toda certeza, que nos encontramos en la peor época, en cuanto a salud global se refiere, de los últimos tiempos.

La mala salud se refleja en los datos de los estudios científicos, que el 29 de marzo de 2021, cuantificaban más de 126,3 millones de personas en el mundo afectadas por la enfermedad de la COVID-19,  producida por el coronavirus SARS-Cov2. De ellas, 3,3 millones se encuentran en España. A esa cifra descomunal hay que añadir la cantidad de personas fallecidas por el virus, un total de 2.783.509 de muertes confirmadas a nivel mundial y de 75.010 en nuestro país.

Pese a todas las medidas que se han tomado para frenar los contagios con el fin de cuidar y proteger a la sociedad, como pueden ser las limitaciones de movilidad y la reducción de los contactos sociales, los contagios se siguen produciendo. Las personas que tienen responsabilidades políticas nos piden respetar las barreras y la distancia interpersonal como medios para comprometernos en nuestra propia protección y, por ende, en la del resto de la ciudadanía.

En este contexto es conveniente señalar cómo se ha confundido el término de distancia física con el de distancia social, y cómo esto nos ha llevado a ser conscientes de la importancia que tiene, sobre todo ahora, esa necesidad inherente a los seres humanos de permanecer conectados, como seres relacionales que somos.

El adiós en soledad

De igual manera, las familias se han visto afectadas por la enfermedad y la muerte, una muerte aún más dolorosa, si cabe, producto de la soledad y la distancia física impuesta por los protocolos sanitarios, sin que haya existido el necesario proceso de despedida y dejando atrás los ritos y el indispensable acompañamiento que la muerte concitaba en torno a la pérdida y que formaba parte del proceso.

Así, se nos ha dejado en una situación de desamparo frente a los múltiples procesos y patologías existentes, desatendidas al volcarse todo el sistema sanitario en la atención de la enfermedad de la COVID-19 que ha colapsado los centros hospitalarios y ha impedido una correcta actividad presencial. El propio e invalidante miedo ha sido justificación para que la ciudadanía que tuviese algún tipo de malestar dilatase la demanda de asistencia. El temor al contagio se ha impuesto haciendo que no prestáramos la debida atención a otras dolencias con la esperanza de que pasaran, cesasen y no se agravasen. Lamentablemente se han producido fallecimientos por "otras causas"  que podrían haber sido evitadas en otro escenario. 

Al inicial sentimiento colectivo de apoyo para afrontar la elevada incertidumbre, le han sobrevenido otros momentos en los que, tanto la pandemia como sus consecuencias en la vida personal, familiar, social y económica, han dejado un paisaje de desolación y una terrible "rutina" que nos ha consumido día a día.

Los mensajes de quienes ostentan la responsabilidad sanitaria o política se han reducido a poner límites al contacto social, buscando culpables dentro de la sociedad, encontrando en ello la mejor forma de no asumir ni el problema real ni su posible gestión. Y aunque la campaña de vacunación es una respuesta que puede dar luz, parece que ni siquiera esa herramienta de prevención va a permitir volver a una normalidad como la que teníamos antes de esta pandemia.

Hay fatiga o cansancio pandémico

Y, si bien es cierto que el confinamiento ha servido a una parte de la ciudadanía para detenerse y poner orden a una dinámica insatisfactoria de trabajo, provocando una disminución del estrés asociado a dicha realidad, permitiendo el encuentro y una presencia más activa con la familia, en otros casos, ha supuesto la pérdida de trabajo, el cierre de un negocio, la vivencia de angustia, el miedo y la depresión ante un dudoso  futuro.

Hay fatiga o cansancio pandémico, quizás hartazgo pandémico, fruto del manejo de la situación desde la prohibición en la que ya poca gente somos capaces de continuar. ¿Ahora cuántas personas podemos juntarnos? Depende de la comunidad autónoma y de cada país... sin que nadie ofrezca una consistencia en resultados. Igualmente, ahora que el BOE nos prohíbe estar sin la mascarilla hasta en espacios libres, surge un sentimiento de incomprensión sobre lo que implica esta medida, sobre cómo cortar los contagios o gestionar la pandemia. Y aunque son la minoría, ya hay quien reclama una visión de la salud más amplia, en la que los aspectos psíquicos y sociales sean determinantes, ya que no hay salud sin salud mental.

La definición más conocida de salud es "un estado de completo bienestar físico, mental, y social y no solamente la ausencia de padecimiento o enfermedad", del preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, celebrada en Nueva York en 1946 y aprobada en 1948. Pero es menos conocida la resolución EB101.R214 de la OMS, de 1998, en la 101ª Sesión de su Comité Ejecutivo, en la que se modifica la definición de salud de 1946 para hablar de: "un estado dinámico de completo bienestar físico, mental, espiritual y social y no solamente la ausencia de padecimiento o enfermedad".

Incorpora dos ideas claves, la realidad dinámica de la salud, frente a un modelo más estático, y la dimensión espiritual en la salud, que se añade a los componentes físico, mental y social, independientemente del tipo de creencias personales, grupales y credos. Así nos sitúa en una realidad que actúa como principio, estímulo, aliento, fortaleza, vigor, esencia o ánimo que nos transciende más allá de lo material. Para algunas personas tiene que ver con Dios y, para otras, con la realidad que sobrepasa lo terrenal.

El glosario de salud de la OMS nos dice que ésta no es más que un recurso para la vida diaria, no el objetivo de la vida. Parece, por tanto, que estamos ante un momento en que podríamos llegar a perder el horizonte. Y ojalá la experiencia de muerte y resurrección que celebramos en estos días nos permita acercarnos más y mejor a la Vida.

Carlos Imaz, psiquiatra
Comisión Justicia y Paz de Valladolid