A propósito del Mensaje del papa Francisco para la 57ª Jornada Mundial por la Paz

29.12.2023

Quizá pueda sorprender el tema escogido por el Papa Francisco para la Jornada Mundial por la Paz de este año. Con el asedio de Israel a la franja de Gaza, conflicto que amenaza con escalar a la región; la guerra en Ucrania, que ya se aproxima a su segundo año; y sin olvidar otros conflictos como los de Sudán, Yemen, Somalia, Nigeria, Siria, etc. abordar estos conflictos parecería una tema adecuado e insoslayable.

Sin embargo, la Inteligencia Artificial es una temática que, a día de hoy, está en plena efervescencia y, como señala el papa Francisco en su Mensaje, mantiene fuertes vínculos con los derechos humanos, la justicia y la paz. Aquí destacaremos algunos aspectos que nos parecen particularmente problemáticos.

El lenguaje utilizado al referirnos a la Inteligencia Artificial es revelador. Así, el propio concepto "Inteligencia Artificial" es engañoso, pues da a entender que las máquinas tienen inteligencia y que esta es independiente del ser humano. Sin embargo, como indica Alfredo Marcos, catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Valladolid, de la Inteligencia Artificial, la parte inteligente no es artificial y la parte artificial no es inteligente. Además, al presentar la nueva fase de la Inteligencia Artificial, se suelen reflejar los beneficios como reales o asequibles en un plazo de tiempo corto, mientras que los riesgos se presentan como potenciales. Esta distinción entre beneficios tangibles y riesgos potenciales son un elemento significativo del marketing.

Pero, en realidad, los riesgos no son meras potencialidades. Están sucediendo ya y hay personas y comunidades que llevan tiempo sufriéndolos. Justamente, a pesar del uso de conceptos como "la nube" que nos sugiere inmaterialidad y vaporosidad, las tecnologías que están en la base de la Inteligencia Artificial requieren de la extracción y utilización de una gran cantidad de recursos minerales, tanto energéticos como no energéticos, provenientes de todas partes del mundo. Son muchas las comunidades que sufren "la maldición de los recursos" pues la disponibilidad en su suelo de los bienes demandados supone la pérdida de sus medios de vida, el deterioro del medioambiente y la aparición de conflictos violentos por el control de dichos recursos. Podemos destacar, en este sentido, la violación como arma de guerra, el trabajo infantil y las condiciones precarias del trabajo en minas artesanales, donde el colapso de estas minas no es infrecuente. Esta situación produce, además, la migración de cientos de miles de personas de las áreas afectadas.

Los problemas no terminan con la extracción de los minerales. La fabricación de los dispositivos supone la utilización de una gran variedad de sustancias químicas, algunas de ellas altamente perjudiciales para la salud humana, como la familia de productos químicos conocidos como PFAS. Estudios epidemiológicos han mostrado incidencias por encima de la media de determinados cánceres entre quienes trabajan en algunas plantas de fabricación o ensamblaje de productos electrónicos. Además, sus condiciones laborales son de auténtica explotación, con jornadas que en algunos casos pueden llegar hasta las doce horas de trabajo, presiones para conseguir las cuotas de producción buscadas y bajos salarios. Fuera ya del lugar de trabajo, el control de las personas trabajadoras se extiende en las condiciones de los denominados dormitorios, espacios mal acondicionados compartidos por hasta ocho y doce personas.

Respecto a la aplicación y utilización de la Inteligencia Artificial es necesario hacer referencia al sistema de crédito social vinculado con la vigilancia. China está desplegando un sistema para premiar o castigar a los individuos en función de sus comportamientos individuales recogidos mediante un sistema de vigilancia que incluye cámaras dotadas de inteligencia artificial. Cada persona tiene un número de puntos que puede incrementar o disminuir según criterios establecidos por el gobierno. Según la puntuación se tiene acceso a determinados servicios, incluidos colegios para tus hijos/as o la posibilidad de viajar en determinados medios de transporte o, por el contrario, quedar excluido/a de ellos. Es particularmente significativo el caso de la utilización de la tecnología para el control de una minoría étnica, los Uigur. Pero China no es el único caso. La utilización de estas tecnologías de vigilancia se está extendiendo por el mundo (hasta 75 países según un estudio del The Carnegie Endowment for International Peace). Un informe de este año de Amnistía Internacional señala la utilización de tecnologías de vigilancia por parte de Israel para el control de la población palestina. La utilización de la Inteligencia Artificial en estas tecnologías de vigilancia supone una amenaza real y directa para las democracias.

Como indica el papa Francisco en su mensaje, la Inteligencia Artificial debe considerarse como un sistema socio-técnico que depende de la cultura, en sentido antropológico, de los agentes que están involucrados en su desarrollo y despliegue. Se hace necesaria la educación ética de los agentes, incluida la sociedad, para orientar esta tecnología hacia la justicia, la paz, los derechos humanos y el desarrollo humano integral.


Santiago Cáceres, Justicia y Paz Valladolid