Artículo sobre el Mensaje del papa Francisco para la JMP, 1 de enero de 2022

30.12.2021

Presentamos aquí la glosa de la 55ª edición de esta Jornada, instituida por el papa San Pablo VI, cuyo origen y razón de ser se hallan en las proclamaciones del Concilio Vaticano II y en el histórico discurso que el propio Papa pronunció en 1967 ante el Pleno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que concluyó con un contundente grito por la paz y contra las guerras y las armas.

No podemos olvidar la coincidencia cronológica y de intuición entre aquel profético discurso y la creación del Consejo Pontificio "Iustitia et Pax", con su inmediato posterior despliegue en comisiones diocesanas o locales de Justicia y Paz por todo el mundo.

Como cada año, el Mensaje se articula sobre unas claves o elementos, presentados siempre de forma muy pedagógica, para facilitar la reflexión y la acción no sólo de creyentes, sino de todas las personas de buena voluntad, en el camino por la paz.

En esta ocasión, el Papa nos propone tres instrumentos concretos y válidos para construir una paz duradera: diálogo entre generaciones, educación y trabajo.

Antes de desarrollar estas propuestas, en la introducción del mensaje, insiste en dos imágenes muy expresivas a las que acude a menudo y que nos pueden ayudar en nuestros compromisos y aportaciones personales:

La primera nos recuerda los pasos y los caminos de los "mensajeros de la paz", entrelazando palabras antiguas del profeta Isaías y modernas, del propio Pablo VI: para el primero, la llegada del mensajero de la paz al pueblo de Israel, significaba la esperanza de un renacimiento de las ruinas de la historia; para este, que dio al combate por la paz, un nuevo nombre y una nueva dimensión: el desarrollo integral; expresión hoy ya plenamente aceptada en el lenguaje social, político e incluso teológico.


La segunda imagen, tan estimada por Francisco, es el reconocimiento de la labor de las personas comprometidas en la construcción de la paz, y que en esta ocasión, nos presenta como el trabajo compartido entre la "arquitectura", que deben llevar a cabo las diferentes instituciones de la sociedad y la "artesanía", que nos debe involucrar personalmente, según nuestras posibilidades y situaciones.

Las dolorosas lacras que, ahora y aquí, hacen imposible o dificultan la consecución de la verdadera paz, son descritas de forma muy realista por el Papa con estas palabras: el ruido ensordecedor de las guerras, la propagación de enfermedades de proporciones pandémicas, la agravación constante de los efectos del cambio climático, que, degradando el medio ambiente, empeora la tragedia del hambre y de la sed, la dominación de un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario...

De nuevo con palabras de los antiguos profetas, este es el "clamor de los pobres y de la tierra" que se alza pidiendo justicia y paz.

Y es frente a esta dura realidad que nos propone los tres caminos enunciados en el encabezamiento del mensaje, porque ellos deben llevar la humanidad a "la gestación de un nuevo pacto social sin el cual todo proyecto de paz es insostenible":

Diálogo entre las generaciones

para llevar a cabo proyectos compartidos que superen el enfrentamiento entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, ya que la actual crisis sanitaria ha aumentado la soledad y fragilidad de las personas mayores y la rabia e impaciencia de la juventud. Por eso es urgente la alianza entre las generaciones, la generación depositaria de la memoria y la que es llamada a continuar la historia, fomentando el diálogo (que quiere decir escucharse, ponerse de acuerdo y caminar): solo así podemos afrontar los grandes y difíciles retos sociales (que se han descrito más arriba) y los procesos de construcción de la paz.

De hecho, durante la pandemia, hemos vivido generosos ejemplos de compasión, colaboración y solidaridad en todo el mundo, y hemos visto crecer la preocupación en torno al cuidado de la casa común, la Creación; en este punto, el Papa nos recuerda que "el medio ambiente es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la siguiente generación" (Laudato Si, 159).

Instrucción y educación, motores de paz

En este punto, el Papa, tras recordar que "los presupuestos para la educación, considerados más como un gasto que como una inversión, han disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años", expresa una durísima condena al incremento exorbitante del gasto militar y de armamento (Justicia y Paz coincide plenamente con sus palabras y tiene muy presente esta situación que con tanta pasión e insistencia siempre denunció Arcadi Oliveres).


Francisco llama, pues, a quienes ostentan cargos de responsabilidad en los Gobiernos, a instaurar políticas económicas que den la vuelta a la relación entre las inversiones públicas destinadas a la educación, y los fondos reservados a la fabricación y comercio de armas, liberando así recursos que se puedan destinar a la salud, las escuelas, la vivienda digna y el cuidado de los territorios, entre otros. Y eso, porque "la instrucción... es el vector de un desarrollo humano integral... que hace a las personas más libres y responsables... y es la base de una sociedad cohesionada y capaz de generar esperanza, riqueza y progreso para todos".

Concluye este apartado con la expresión íntima y personal de un deseo que no se plantea como mera utopía: la inversión en educación debe ir acompañada del compromiso para la promoción de "la cultura del cuidado": esa idea tan estimada por Francisco y a la que dedicó, precisamente, el Mensaje en esta misma Jornada del año pasado ,y retoma el concepto de pacto educativo que enseñe, especialmente a la juventud, un modelo cultural de ecología integral, de desarrollo y sostenibilidad, centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno.

Promoción del trabajo

factor indispensable para construir y mantener la paz. El trabajo es, esencialmente, compromiso, esfuerzo, colaboración, ya que siempre se trabaja con o para alguien: el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución a un mundo más habitable y hermoso.

Ahora, con y después de la pandemia, se hace más necesaria que nunca la promoción, en todo el mundo, de condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común, sobre la base de una responsabilidad social renovada, para que el beneficio no sea el único principio rector; con pleno respeto a los derechos humanos de las trabajadoras y los trabajadores, y que les proporcione la posibilidad de contribuir, con su trabajo, a la vida de la familia y de la sociedad.

El Papa dirige una especial mirada de compasión y respeto por las víctimas de la pandemia, entre las que destaca, además de los afectados directamente en la vida y salud, los millones de trabajadores precarios, quienes malviven en la economía informal, especialmente migrantes y sus familias, "como si no existieran, expuestos a diversas formas d ́esclavitud y privados de un sistema de asistencia social que los proteja" y hace un llamamiento a quienes tienen responsabilidades en el campo de la economía y del trabajo a fin de encontrar orientaciones sólidas en la Doctrina Social de la Iglesia.

Sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan en gentes artesanas de la paz

Concluye el mensaje expresando su reconocimiento a todas las personas que, con generosidad y riesgo, se han comprometido para garantizar la instrucción, la atención médica, la seguridad y la tutela de los derechos de la gente enferma y las familias, y proclamando su deseo, en tantas ocasiones reiterado, de que cada día sean más las personas que "sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan en artesanos de la paz".

Seria pues bueno que, personalmente, en nuestra acción concertada como Justicia y Paz y también junto a las redes en las que participamos, nos pongamos en la senda que nos marca este mensaje, y nos arriesguemos a ser y vivir como personas artesanas de la paz, como lo han sido grandes referentes de esta causa que nos han dejado en este año que se cierra. Destacamos la figura del arzobispo Desmond Tutu; pero también todas las compañeras y compañeros de nuestras comisiones diocesanas y locales que, a su escala, han contribuido a ensanchar el mensaje de paz y justicia que nos hermana y a quienes hemos rendido, en nuestros grupos y encuentros, merecido homenaje de gratitud y que sin duda se hallan ya en el lugar donde reinan la justicia, la paz, la libertad y el misterio de la vida y del amor.


Eudald Vendrell

Vicepresidente de la Comisión General de Justicia y Paz