Construir relaciones a la luz del Evangelio: micromachismos y bienestar.

20.11.2025

"La violencia de género no existe" o "el feminismo ya no es necesario" son algunas de las frases que, como profesoras de secundaria, escuchamos cada vez con más frecuencia de parte de nuestro alumnado. Y el debate continúa con las supuestas denuncias falsas por malos tratos. Estos mensajes consiguen calar en parte de la juventud, que parecen obviar la realidad, aunque los números y las estadísticas según las fuentes oficiales sean demoledores. A un mes de finalizar el año, 38 mujeres han sido asesinadas a causa de la violencia de género.

Pero, aunque estas muertes son la parte más visible, en realidad son solo el vértice de un iceberg que esconde otras formas más veladas de violencia sobre la mujer. Si rascamos un poco en la dinámica de relaciones entre hombres y mujeres, enseguida nos vamos a encontrar con ciertos comportamientos que, aunque cada vez menos aceptados nos resultan muy habituales: los micromachismos. Los micromachismos son formas sutiles y normalizadas de desigualdad que se manifiestan en la vida cotidiana: comentarios, actitudes, expectativas y gestos que, aunque parecen inofensivos siguen reproduciendo la desigualdad de género; su aparente pequeñez hace que pasen desapercibidos, aunque su impacto puede ser profundo.

En esta ocasión queremos poner el foco sobre el influjo de una sociedad androcéntrica en un aspecto concreto: la salud. El último Congreso de la Sociedad Española de Médicos y de Familia (SEMG) concluye que "el sesgo de género en la atención médica puede manifestarse de diversas formas, incluyendo estereotipos, discriminación y falta de consideración por las necesidades específicas de las mujeres". Y es que, observar la realidad con perspectiva de género puede hacer que nos fijemos en detalles que obviamos al tener normalizados los sesgos de género. Las observaciones revelan que las mujeres presentan más efectos secundarios a algunos tratamientos, al haber menos representación de mujeres en los estudios clínicos y, por tanto, tener menos datos. También el sesgo de género está presente en la sintomatología, por ejemplo, los síntomas de un infarto no son los mismos en mujeres y hombres, pero solo se divulgan los masculinos. Por cierto, los síntomas específicos de los infartos femeninos se pueden consultar aquí.  Es frecuente que los síntomas de las mujeres se interpreten como emocionales antes que físicos, lo que puede retrasar los diagnósticos. Este fenómeno conocido como "medicalización del sufrimiento femenino" o "gaslighting médico", hace que muchas mujeres duden de su propia percepción corporal lo que afecta a su autonomía y bienestar.

La salud tiene un papel fundamental en el desarrollo integral de las personas. Y para avanzar hacia una salud integral, es esencial visibilizar y cuestionar estas prácticas, perpetuadas por patrones culturales arraigados y promover relaciones más equitativas y respetuosas. Por eso consideramos de gran valor la profundización que el ámbito sanitario lleva realizando en los últimos años a través de artículos e investigaciones para superar este sesgo de género.

En la tradición cristiana el valor de la dignidad humana es central. Hombre y mujer son iguales, por ser imagen y semejanza de Dios (Gn. 1, 26-27). Por eso, la violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus niveles, es contraria a la dignidad humana. Es indudable que "la mujer ha adquirido una conciencia cada día más clara de su propia dignidad humana. Por ello no tolera que se la trate como una cosa inanimada o un mero instrumento; exige, por el contrario, que tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública, se le reconozcan los derechos y obligaciones propios de la persona humana" (Pacem in terris, 41). Como personas creyentes, estamos llamadas a reconocernos iguales, complementarias y unidas en la construcción del Reino. No podremos hacerlo si la dignidad de una parte de la sociedad está en peligro. Superar los micromachismos es un acto de amor cristiano. Es construir comunidades donde la igualdad, la justicia y el respeto mutuo sean fuentes de salud porque cuando sanamos nuestras relaciones, también permitimos que el Reino se haga presente en la sociedad.

Puedes consultar

Cati Villena y Mari Cruz Hernández Gil, Justicia y Paz Albacete