No resignarse a la guerra y al odio. Bienaventuradas y bienaventurados quienes trabajan por la Paz
El 26 de junio de 1945, se aprobaba en la ciudad estadounidense de San Francisco La Carta de las Naciones Unidas. En ella, los pueblos declaraban su compromiso de preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que había infligido a la humanidad sufrimientos indecibles.
Ochenta años más tarde millones de seres humanos vuelven a estar flagelados por la guerra: Palestina, Ucrania, Yemen, El Sahel o Irán son ejemplos de hasta dónde puede llegar el desprecio a la dignidad humana. El miedo y la desesperanza paralizan la reacción de buena parte de la ciudadanía del primer mundo que asiste entre acobardada y estupefacta al desmoronamiento de las estructuras que habían proporcionado seguridad a sus sociedades durante lustros. El escenario de una nueva conflagración mundial se hace cada vez más verosímil, mientras caen en saco roto los repetidos llamamientos a la Paz del secretario general de las Naciones Unidas o de los papas Francisco y León
Los responsables de las guerras tienen nombres y apellidos. También las tienen sus cómplices: las grandes empresas de armamento, los medios de comunicación que propagan noticias falsas y discursos de odio, las plataformas y partidos políticos que apuestan por la división y el enfrentamiento, los ciudadanos y ciudadanas que no se involucran y miran hacia otro lado.
Frente a este escenario tan desalentador, movidos y movidas por el Evangelio de Jesús que nos llama a trabajar por la Paz (Mt 5,9) inspirados e inspiradas por la Doctrina social de la Iglesia (GS 38, 82; PT 74) desde la Comisión General Justicia y Paz España urgimos a la ciudadanía, a la clase política, a las instituciones y al pueblo de Dios a oponerse de una manera explícita a las guerras y a quienes las promueven así como a no desfallecer en la búsqueda de una Paz basada en la justicia que repare el dolor causado a tantas víctimas, que restituya los derechos humanos de tantos seres destrozados y que obligue a rendir cuentas a los vulneradores.
En concreto animamos a la ciudadanía a responsabilizarse de la situación actual a partir de la realización de las siguientes acciones:
- A manifestar su oposición a la guerra por cualquier método lícito que esté a su alcance: desde concentraciones y manifestaciones hasta utilización de redes sociales, escritura de cartas a los medios de comunicación…
- A rebatir cualquier discurso que justifique o legitime la guerra y el belicismo tomando posición al respecto en defensa de la no violencia y la resolución pacífica de conflictos.
- A exigir responsabilidades a los partidos políticos y a líderes que justifiquen las guerras y las promuevan, ejerciendo responsablemente el derecho al voto en las elecciones.
- A no invertir y a desinvertir en aquellas entidades bancarias que financian empresas armamentísticas.
- A formarse en derechos humanos y a ejercer el papel de ciudadanos y ciudadanas conscientes en defensa de las personas más vulnerables.
- A no caer en el desánimo, la frustración y la desesperanza ante la entidad y la gravedad de la situación actual.
- A apoyar económicamente a las entidades y organizaciones que defienden y actúan a favor de la Paz.
- A apoyar en la medida de lo posible a las personas que huyendo de los conflictos bélicos buscan acogida y refugio en España y en otros países de la Unión Europea.
Finalmente, desde la Comisión General de Justicia y Paz España queremos recordar la importancia de los gestos que se realizan en favor de la paz, por pequeños que sean, como sacramentos de esperanza en una humanidad liberada del temor y la miseria, tal y como establece el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Comisión General Justicia y Paz