La noviolencia surgió de las tradiciones religiosas y radicó en Jesús y el cristianismo

01.11.2025

La noviolencia es una mística, una forma de vida y relación y una metodología de gestión de conflictos intrapersonales, interpersonales, colectivos e internacionales, que tiene una raíz claramente religiosa. La noviolencia, por tanto surgió de las tradiciones religiosas y, en ese camino, se vio impulsada también por Jesús de Nazareth y el cristianismo que surgió tras él.

Gandhi decía que Jesús fue "el perfecto noviolento" porque concilió tres apuestas claras en su vida: pasó por este mundo haciendo el bien; entregó su vida libremente contra la violencia; y perdonó a sus victimarios. La gran figura de Jesús sin duda marcó al gran referente de la noviolencia contemporánea, el Mahatma Gandhi, que siguió toda la vida siendo hindú pero admiró enormemente a Jesús y su noviolencia. Antes de adentrarnos en las grandes actitudes noviolentas de Jesús (que trataremos en los siguientes artículos), es preciso volver la vista atrás para consolidar una afirmación importante antes avanzada: la noviolencia es indudablemente de raíz religiosa y surgió en las primeras tradiciones espirituales del mundo que hoy siguen vigentes.

Es importante aseverar la anterior afirmación porque se atribuye a las religiones todos los males de las violencias del mundo, históricas y actuales. Y si bien es cierto que las organizaciones religiosas han participado en la violencia de la humanidad, a menudo con protagonismos claros y desviaciones espantosas en determinados colectivos, también es importante afirmar lo siguiente. Y es que no hay que olvidar que las religiones están formadas por personas y grupos que han impulsado o impulsan la violencia, y que ésta parte de los seres humanos que forman parte de las religiones. Cuando eso ha ocurrido ha sido a causa de la instrumentalización de las religiones, no en su conjunto ni en su totalidad, sino por parte de sectores liderados por actitudes e intereses injustos, autoritarios, inquisitoriales o directamente violentos. Y siempre que ha ocurrido es porque han contado con el apoyo, el impulso o la connivencia de los poderes políticos y sociales de cada sociedad y de cada momento.

En sí mismas las religiones no tienen doctrinas violentas, ni aceptan formalmente la manipulación sectaria contra la cual luchan al menos las más institucionalizadas. No obstante, los intereses políticos de las religiones, y los intereses religiosos de la política, a menudo se han encontrado para desarrollar la violencia. También ha sido a causa de un mal endémico en el ámbito religioso, teológico y espiritual: la mala interpretación de los textos sagrados. A menudo, ésta ha sido elaborada y predicada por determinados intereses de supervivencia o de expansión, y siempre a base de extraer las versiones más forzadas de una lectura literal de dichos textos. Cuando eso ocurre, a un mismo texto al que se le despoja de su contexto, se le puede obligar a afirmar lo que se desee y, a la vez, todo lo contrario. La manipulación de los textos sagrados, la falta de contexto, las malas traducciones o las erróneas interpretaciones, que son contradictorias con el cuerpo de todo el libro sagrado o del sentido que dio el fundador a cada tradición, provoca como resultado una adulteración general de las actitudes de colectivos, líderes y fieles de base en todas las épocas, culturas y territorios.

Sin embargo, como decíamos, la noviolencia surge indudablemente de las tradiciones religiosas. En el hall de la entrada a la sede central de Naciones Unidas en Nueva York hay un inmenso mosaico donde aparecen representantes de las diferentes religiones de la humanidad, con una frase acuñada en piedrecillas doradas que responde a la denominada "Regla de Oro". Presente en todas las religiones y tradiciones religiosas y espirituales, afirma aquella sentencia tan sabia: "No hagas a los demás lo que no desearías que te hicieran a ti", en su versión afirmativa o negativa.

Por ejemplo, en jainismo se dice: "Uno debería tratar a todas las criaturas en el mundo como a uno le gustaría ser tratado" (Mahavira, Sutrakritanga 1, 11, 33); en el hinduismo se afirma: "El deber supremo es no hacer a los demás lo que te causa dolor cuanto te lo hacen a ti" (Mahabharata 5, 15, 17); en el budismo se asevera: "No trates a otros de maneras que tú mismo encontrarías hirientes" (Udanavarga 5, 18); en el taoismo se dice: "considera la victoria de tu prójimo como si fuera la tuya, y la derrota de tu prójimo como si fuera la tuya" (T'ai Shang Kan Ying P'ien 213-218); en el sikismo se afirma: "No soy extraño para nadie y nadie es extraño para mí; de hecho, yo soy amigo de todos" (El Siri Gurú Granth Sabib, 1299); el confucianismo confirma: "La benevolencia máxima consiste en no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti" (Las analectas, 15, 23); en el judaismo se escribe: "Lo que para ti es odioso, no lo hagas a tu prójimo; en esto consiste toda la Toráh. Lo demás es un comentario" (Talmud, Shabbat 31a); en el cristianismo el mismo Jesús predicó: "Todo lo que deseéis que los demás hagan por vosotros, hacedlos por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas" (Mateo 7, 12); y en el islam el propio Mahoma afirma: "Ninguno de vosotros cree verdaderamente hasta que quiera para otros lo que desea para uno mismo" (El profeta, Hadito).

La India es la cuna de las religiones, o en dicho territorio hay una especial concentración de ellas que dan nacimiento o evolución a otras. Antes citábamos a Gandhi, y realmente él se sentía hindú pero la noviolencia la recibió de su madre, por un lado, como jainista que era ella, y posteriormente como acérrimo lector del cristiano ortodoxo Lev Tolstoi, entusiasta de la noviolencia de Jesús.

Tanto el jainismo como el hinduismo disponen de un gran concepto: el Ahimsa. Éste hace referencia a la importa de la bondad y la verdad, de no dañar, y de vivir en coherencia a esta forma de vida. En el budismo, que sintetiza la compasión y las Vías Rectas hacia el Nirvana, los desarrolla como principios noviolentos. En China, el taoísmo tiene el Wu-Wei como resistencia fluida, y el Confucionismo dispone del Wen como expansión pacífica. Por su parte, las religiones monoteístas como el judaísmo, el cristianismo y el islam, tienen una gran riqueza en este aspecto: el primero se centra en el Shalom de la paz integral y la Tzedakah como justicia social y ética de la bondad; el cristianismo presenta el amor al enemigo y el perdón sin límites; mientras que en el Islam, el atributo principal de Alá es Rahman, ser Misericordioso, y la Yihad es de los términos más bellos de que disponen, ya que hace referencia a la única guerra que puede ser considerada santa (por tanto, ninguna otra), que es aquella que se combate contra las propias infidelidades, las propias limitaciones, debilidades y defectos. ¿Hay algo más noviolento que luchar contra uno mismo para ser mejor, y nunca contra nadie más para someterlo o destruirlo? Es una verdadera lástima que en occidente se haya utilizado este término casi sagrado en el islam para denominar a los grupos terroristas islamistas, a los que acaban por generalizar tanto que los llaman en ocasiones directamente islámicos (cuando no existe terrorismo islámico porque el islam no lo es, sino en todo caso islamistas, que hace referencia a determinadas interpretaciones del islam realizadas por determinados sectores radicalizados y violentos).

En este contexto multirreligioso del que surge la noviolencia enfocaremos a partir del próximo artículo cómo radica en el cristianismo una noviolencia extraordinaria que los cristianos no podemos en modo alguno olvidar, ni relativizar, ni menos todavía despreciar. Si algo configuró a Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien, perdonó a todos y no juzgó nunca a nadie, es que fue un profundo noviolento, tal como Gandhi lo afirmó con firmeza hace casi un siglo.

Xavier Garí de Barbarà, colaborador JP Barcelona