
La OTAN profundiza su compromiso con las armas nucleares y la militarización
La cumbre de la OTAN del 24 y 25 de junio fue noticia por el lenguaje inusual utilizado por su Secretario General, Mark Rutte, para congraciarse con el presidente estadounidense Donald Trump, pero la decisión más significativa fue el anuncio efectivo del Reino Unido de que será el sexto país europeo en albergar bombas nucleares estadounidenses y el acuerdo de los aliados de gastar el 5% de su PIB en sus ejércitos.
En vísperas de la cumbre en los Países Bajos, el primer ministro británico, Keir Starmer, anunció que el Reino Unido adquiriría el avión F35A con capacidad nuclear fabricado por Lockheed Martin y se uniría a la misión nuclear de la OTAN. Esto significa que el Reino Unido será el sexto país de la OTAN en unirse al llamado acuerdo de intercambio nuclear con EE. UU., que muchos países consideran una violación del espíritu y la letra del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).
El comunicado de prensa oficial del gobierno británico no mencionó las armas nucleares con las que estaría equipado el avión, pero sabemos que será la misma bomba B61-12 desplegada por Estados Unidos en Bélgica, Alemania, Italia, Países Bajos y Turquía. Esta bomba tiene una potencia máxima tres veces superior a la de la bomba que mató a 140.000 personas en Hiroshima.
Esta medida supone un cambio importante por parte del Reino Unido, que retiró sus propias bombas lanzadas desde el aire en 1998, y muestra que Londres, a pesar de sus obligaciones legales en virtud del TNP de promover el desarme, está redoblando su dependencia de las armas nucleares.
Los líderes de la OTAN, con la aparente excepción del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, acordaron aumentar el gasto en defensa al 5% del producto interior bruto (PIB), lo que supondrá que la alianza gaste cientos de miles de millones de dólares más en sus fuerzas armadas durante los próximos 10 años. El objetivo anterior era del 2% del PIB. Esto también aplica a Islandia, el único miembro de la OTAN que no cuenta con fuerzas armadas permanentes, lo que un activista islandés calificó de "absurdo".
Estas dos decisiones demuestran que la OTAN ha optado por una mayor militarización en lugar de la diplomacia en sus relaciones con Rusia, a la que identificó como "la amenaza a largo plazo" y afirma que Rusia se prepara para atacar a la OTAN en los próximos años.
La declaración final no menciona las armas nucleares, lo que sugiere que sus miembros están preocupados por la reacción pública ante el papel cada vez más importante de las armas nucleares, descritas por la alianza como "un componente esencial de las capacidades generales de la OTAN".
En respuesta, el portavoz del gobierno ruso acusó a los países de la OTAN de demonizar a Moscú para justificar el aumento de su gasto militar.
Algunos líderes europeos de la OTAN acudieron a esta cumbre preocupados por la falta de compromiso del presidente Trump con su seguridad debido a comentarios previos que había hecho, tanto sobre ellos como sobre Rusia. Finalmente, Trump abandonó la cumbre satisfecho con el resultado.
El subdirector de ICAN, Daniel Högsta, quien lidera la labor de promoción de la organización ante los gobiernos de la OTAN, declaró: «Esta cumbre fue otra oportunidad perdida para que la OTAN demostrara un liderazgo sensato en respuesta a la agresión rusa. En cambio, exaltó la amenaza que Rusia representa para convencer a la opinión pública de que se necesitan grandes aumentos en el gasto de defensa, además de los miles de millones que ya gastan, incluyendo en armas nucleares. Todo esto en un momento en que los servicios públicos vitales necesitan inversión tras años de recortes y otras amenazas a la seguridad, como el cambio climático, siguen sin financiación suficiente. Es hora de cambiar esta situación e invertir en diplomacia, colaborando con Rusia en el desarme nuclear y adhiriéndose al Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares».