No a la violencia contra la mujer

13.11.2020

El día 25 de noviembre es uno de esos días que nos gustaría dejar de celebrar pronto. La violencia contra la mujer es un capítulo horrendo de la historia de la humanidad y requiere el compromiso decidido no solo de las autoridades políticas sino de los agentes sociales. Sin duda, la Iglesia debe tomar parte muy activa en esta lucha por la dignidad de las mujeres y cualquier forma de discriminación.

Una de las imágenes más queridas en nuestra Iglesia es la de la Virgen María en el cielo rodeada de ángeles. Sin duda es una imagen expresión del enorme amor de Dios a toda la humanidad que se manifiesta en una mujer. Sin embargo, en nuestros días sigue siendo demasiado frecuente la violencia contra la mujer y en una forma concreta como es la violencia de género.

Es otra la imagen que estos hechos revelan: la de una mujer despreciada, humillada y, por último, asesinada. Es una imagen que también nos presentan los evangelios, en la mujer adúltera amenazada de lapidación y salvada por Jesús, y el Antiguo Testamento, en Susana acusada por los ancianos. Nuestra Iglesia precisa de personas justas, como José, a quien el Evangelio califica de justo por amparar a María.

Hoy se escuchan cada vez menos razones de carácter biológico en nuestras parroquias para explicar la violencia contra la mujer y esto se debe a la lucha constante contra la discriminación femenina y la violencia de género. Y debemos seguir luchando.

La violencia contra la mujer se parece a un iceberg donde hay una parte muy visible para los medios como es el asesinato de la mujer y otra menos visible, debajo del agua, que son otras formas de violencia. Antes del asesinato se cometen múltiples violencias contra las víctimas. Y debemos comenzar señalando todas las discriminaciones que padecen las mujeres y que reconoce FratelliTutti:

La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que «doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos» (FT, 23).

A los múltiples asesinatos de mujeres que ocupan un lugar relevante en el debate social y mediático hay que sumar los asesinatos de menores con la clara intención de dañar a sus madres. El 15 de junio de 2020 el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad informaba de que en lo que llevábamos de año habían sido asesinados 35 menores, criaturas inocentes matadas para ejercer mayor violencia sobre sus madres.

El Convenio del Consejo de Europa sobre Prevención y Lucha contra la Violencia contra la Mujer y la Violencia Doméstica, firmado en Estambul, el 11 de mayo de 2011, en su Preámbulo, reconoce «con profunda preocupación que las mujeres y niñas se exponen a menudo a formas graves de violencia como la violencia doméstica, el acoso sexual, la violación, el matrimonio forzoso, los crímenes cometidos supuestamente en nombre del "honor" y las mutilaciones genitales, que constituyen una violación grave de los derechos humanos de las mujeres y las niñas y un obstáculo fundamental para la realización de la igualdad entre mujeres y hombres».

Las redes sociales están exponiendo a las adolescentes a una brutalidad insoportable a través del sexting. Esto es también consecuencia de la pornografía tan presente en Internet y que tanto perjudica la educación afectivo-sexual de la infancia y de la juventud. El acoso sexual es una expresión de esta violencia contra la mujer, humillada y cosificada también en las imágenes que propone la publicidad. Estas formas de violencia deben ser visibilizadas.

Un capítulo importante de la violencia contra la mujer se produce en el trabajo; junto a episodios de acoso sexual existen barreras de igualdad de oportunidades laborales y profesionales como:

  • La doble jornada, expresión que designa aquellas situaciones en que además del tiempo dedicado al trabajo asalariado, continúan siendo ellas, mayoritariamente, quienes hacen las tareas del hogar y cuidan de la familia.
  • Techo de cristal, concretado por la Organización Internacional del Trabajo como "situaciones en las que el ascenso de una persona calificada dentro de la jerarquía de una organización se detiene en un nivel determinado a causa de alguna forma de discriminación, casi siempre por sexismo o racismo".
  • Brecha salarial entre hombres y mujeres es "la diferencia existente entre los salarios percibidos por los trabajadores de ambos sexos, calculada sobre la base de la diferencia media entre los ingresos brutos por hora de todos los trabajadores", como lo señala y describe la Comisión Europea.
  • Micromachismos, todas aquellas prácticas de violencia de género en el día a día que, aunque puedan pasar desapercibidas, sí perpetuarían las actitudes machistas y la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres. Cabe señalar que este término micromachismo no se encuentra recogido en la RAE.

No podemos olvidar otro capítulo de la violencia contra la mujer, especialmente migrante, en el que trabaja Justicia y Paz como es la trata de mujeres y niñas. La trata, como la prostitución y la violación, significan la cosificación de la mujer, la imposición absoluta de la voluntad masculina. La situación de pandemia está agravando la situación de las víctimas de trata en España. No solo se refiere a la trata con fines de explotación sexual sino a la trata con fines de explotación laboral y a la trata con el fin de la comisión de actos delictivos. Afortunadamente recientemente se ha frustrado un caso de trata en España con fines de extracción de órganos. Proyecto Esperanza ha manifestado su preocupación por el posible desarrollo de casos de trata interna ante el cierre de las fronteras.

En nuestra vida diaria luchar contra la violencia hacia las mujeres es luchar por alternativas que promuevan la igualdad de oportunidades. Esto pasa por la conciliación y la corresponsabilidad en la familia en las labores de cuidados y en la compatibilidad de tiempos dedicados a la familia y al trabajo.

Corresponsabilidad es la responsabilidad compartida. Es mucho más que un reparto de tareas; supone que hombres y mujeres acepten el compromiso de conocer las necesidades cotidianas de las personas con quienes se comparte la vida y ponerse en disposición de ayudar a solventarlas.

En un sentido más amplio, hoy se habla de corresponsabilidad social que comprende también otros agentes sociales: administraciones públicas, empresas, sindicatos, instituciones, organizaciones no gubernamentales. En el ámbito de la Iglesia significa sinodalidad.

En definitiva, luchar contra la violencia hacia la mujer es luchar por la igualdad y por la dignidad humana. El camino que debemos avanzar nos lo marca FratelliTutti:

Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos. [...] Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. [...] La violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible (FT, 227).

Fco. Javier Alonso, presidente de la Comisión General JP y de JP Madrid